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FILADELFIA, Chaco (Marvin Duerksen, corresponsal). A pedido de los indígenas, la ministra Cristina Morales se reunió con ellos en compañía del doctor Lee Fitzgerald, de la Universidad Texas A&M, quien es uno de los autores del Programa Nacional de Manejo del Teju Guasu, que se tomó como base para autorizar en febrero la cacería de 214.000 teju.
Los nativos coincidieron en que es tarde para hablar de la cacería del teju, porque ello tiene su tiempo y solo cazan dos o tres, y no 100.
“La cacería del teju no es futuro, sino la ganadería”, dijo Roberto Acosta, de Laguna Negra.
Pascual Benítez calificó de “una burla” el plan de cacería del teju, porque hay épocas para cosechar, y cuidar cuando tienen crías.
Señaló que muchos indígenas quieren hacer ganadería, pero “a nosotros nos prohíben echar monte; el hombre blanco sí puede”.
Domingo Uenai pidió, además de cazar teju y ranas, echar monte para la ganadería “para progresar”.
Daniel Picanerai, de la Unión de Nativos Ayoreos del Paraguay (UNAP), lamentó que no haya trabajo y muchos ayoreos van a las ciudades, donde se pierden en el alcoholismo.
Varios indígenas se quejaron por no poder cazar chanchos, tortugas o buscar miel, porque se prohíbe entrar en propiedades de menonitas y otros ganaderos.
“Queremos estar en el monte para comer”, dijo Taobi Picanerai de Garay.
“El ganadero desmonta y mata todo. Nosotros no matamos de balde; solo para comer. No estamos en contra del menonita. Les respetamos y queremos que nos respeten también”, señaló un nativo de La Abundancia.
“Nosotros matamos los bichos para comer, porque nadie quiere morir de hambre”, dijo otro de Escalante.
El nivaclé Cirilo Pintos lamentó que hayan comunidades con bosques que administran las ONG y que “ganan plata con esto”.
Hubo coincidencia en que las comunidades indígenas crecen y necesitan de mayores y permanentes ingresos, y que los programas de cosecha de la vida silvestre ya no son suficientes.
“Nosotros queremos ir adelante; producir, tener ganado, vivir como el blanco. Se dice que somos dueños de la tierra, pero se dice nomás”, manifestó el ñandéva Juan Antonio Benítez.
El “derecho ancestral”
La ministra del Ambiente dijo que conoce el uso de la vida silvestre en las comunidades y que es un derecho ancestral “que debe continuar”.
Argumentó que para aprovechar los bosques indígenas para la ganadería se deberán cambiar algunas leyes, además de presentar ese pedido a los gobiernos locales.
Aseguró que tiene buena predisposición para trabajar con los nativos, y citó como un avance la resolución que exime del estudio de impacto ambiental al desmonte de 500 hectáreas, además del programa del teju, aunque los indígenas criticaron y restaron importancia al cuestionado programa.
No contestó la pregunta de Tabuide Picanerai sobre por qué otorgó licencia para desmonte a la empresa Yaguareté Porã, en Alto Paraguay, donde “hay gente nuestra en el bosque y no queremos que contacten con ellos”.
Lucha contra pobreza
El gobernador Edwin Pauls (ANR) dijo que la mayor población en Boquerón es indígena que vive en pobreza y que el aprovechamiento de la vida silvestre incluye su cuidado.
Solicitó a la Seam definir los pasos a seguir y que los cupos en el futuro reciban los indígenas y no los comerciantes.
El diputado Cornelio Sawatzky (ANR) pidió mejorar la economía indígena y que la cacería del teju es solo una de las posibilidades.
El biólogo Fitzgerald habló muy poco. Dijo que toda su vida aprendió de los indígenas y “nunca voy a saber tanto sobre el teju como ustedes, porque conviven con los animales”. Resaltó que durante la cosecha de una especie “siempre es necesario monitorear”.
Hacer nuevos estudios
Thomas y Sabine Vinke, de Paraguay Salvaje, insistieron en que no se pueden usar datos del monitoreo 1991-1998 para definir cupos del teju para este año. Cada aprovechamiento de la vida silvestre necesita de un estudio específico (Ley 926/92), porque un monitoreo no sustituye estudios científicos, tampoco evita daños a la especie, sino solamente intenta limitarlos.
Recordaron que en Argentina la cacería del teju disminuyó de 1.900.000 a 168.000, y una cosecha de especies silvestres debe tener definidos sus objetivos, acciones, todo en el marco de la lucha contra la pobreza.
La Seam basó su resolución de cacería del teju en monitoreos de los cueros cosechados, metodología ideada por Fitzgerald.
Los Vinke ilustraron el negocio con los animales silvestres: años atrás se pagó por un oso hormiguero entre G. 50.000 y G. 100.000, y en la misma semana fue exportado desde Asunción por US$ 3.500.
“Piden mucho”
La ingeniera agrónoma Rosalyn Goertzen, de la Asistencia Técnica Fernheim (ATF), dijo que en el Chaco necesariamente hay que abrir el bosque, porque hay agua en el área productiva. Insistió en crear fuentes de agua en las reservas naturales para los animales.
Advirtió a los indígenas que se necesitará mucho dinero para desmontar e instalar ganadería.
“Es mucho lo que piden”, manifestó.