Cargando...
“El ser humano en su naturaleza de investigador y buscador de novedades, atraído por los misterios y su inherente curiosidad, lleva en el alma el impulso de viajar, porque así a través del conocimiento de nuevos destinos encuentra la biografía misma del mundo. Viajar para el ser humano es natural y necesario, alimenta su esencia de aprender y enriquece su bagaje de experiencias para conocerse más a sí mismo”, inicia la licenciada en psicología Gabriela Casco. Además de las grandes conquistas, también los viajes personales, con amigos, con la familia mantienen el valor del enriquecimiento.
–Sin embargo, hay personas que no les gusta viajar.
–Es probable que tengan una predisposición a no salir de su zona de confort. Es raro escuchar que a alguien no le gusta viajar. Puede haber una limitación económica, y que esto lo haga convencerse de que no le guste viajar, pero también es factible la sencilla posibilidad de que le guste quedarse en su casa, en su país. A veces pensamos que no compensa tener que dejar el lugar donde estamos cómodos para ir a un lugar donde tendremos que hacer cosas diferentes. Es importante poner en la balanza las prioridades con respecto a viajar para no angustiarse o angustiar a la familia.
–¿Es acertado viajar en familia, en grupo? ¿Cuándo hacerlo?
–En cada etapa de la vida uno tiene oportunidades de viajar solo o acompañado. En la época de estudio con los amigos, estando de novios con nuestra pareja, casados con la familia, y estas situaciones nos irán marcando cómo disfrutar de los viajes. Por ejemplo, no es lo mismo viajar siendo soltera que siendo madre y dejando a tu hijo pequeño a cargo de otra persona. Lo ideal es respetar cada etapa de la vida, ya que cada una tiene un sabor diferente.
–¿Qué personalidad necesitamos para viajar solos?
–Es bueno animarse a viajar solo si uno tiene una personalidad aventurera y si sabe que la mayor parte del tiempo tendrá que lidiar consigo mismo. Quién esté en paz con su propia compañía, y esto no le genere estados de ansiedad por soledad, está listo para viajar. Estar solo, depender 100% de las propias decisiones puede despertar en uno una personalidad jamás conocida y también propiciar madurez y sabiduría generada a partir de esa sensación de libertad total.
–Las vacaciones son sinónimo de libertad.
–En un viaje podemos construir genuinamente lo que deseamos, una ética del placer, basada en la búsqueda de nuestra autonomía hacia un estilo de vida que propicie el bienestar –a través de la libertad y madurez– respecto a la elección de actividades. Esto implica el desprendimiento de los mandatos “superyoicos” (morales, culpabilizantes, sobreexigentes) de la cultura y de la sociedad de consumo que podrían condenarnos a sentirnos aislados o tristes por no poder acceder a lugares o productos. Al abandonar los estereotipos podemos generar estilos personales de cómo vacacionar, sea haciendo un camping en un parque o yendo a lugares que no estén de moda; así ponemos en funcionamiento nuestras capacidades lúdicas y creativas.
–¿Cómo conciliar las diferencias que surgen durante un viaje?
–Es importante identificar y aceptar el carácter de cada uno. En cuestión de gustos tendemos a ser prejuiciosos y considerar que la opción que abrazamos es la mejor, lo que nos lleva a la siguiente etapa, que es tratar de convencer o manipular. Lo mejor es llegar a acuerdos sin demasiadas renuncias para cada uno.
De esta manera ninguno siente que viajó a un lugar que no satisface su criterio de vacaciones (algo muy subjetivo que involucra la edad, el trabajo, el dinero, la capacidad física).
–Ser mujer y viajar sola: ¿sí o no?
–Hay que estar predispuesta a pasar por diferentes experiencias, a veces malas, desconocidas o peligrosas. Afortunadamente las herramientas tecnológicas, redes, comunicación inmediata hacen que viajar ya no sea una odisea. La mujer conquistó libertad en todos los aspectos y viajar sola es uno de ellos. Aunque todavía escuchamos que las mujeres son más vulnerables a situaciones de riesgo, subestimar la posibilidad de viajar sola por el solo hecho de ser mujer, quizás sea más bien una represión o mecanismo de evasión de hacer lo que uno desea. Si hay miedos extremos, es bueno tratar en terapia, superar los prejuicios y miedos, ¡y animarse!
Soñar, vivir y recordar
“Al viajar la mente se estimula, se derriban prejuicios y se despierta nuestro espíritu de aventura, conocemos nuestra flexibilidad para adaptarnos a diferentes estilos de vida. Un viaje es a la vez un viaje personal. Todo aprendizaje que se haya tenido con uno mismo, además del contenido cognitivo, fija en la memoria con más fuerza un impacto emocional. Lo que aprendemos en un viaje sobre la cultura, los estilos de vida y costumbres lo llevamos en la memoria y el corazón para siempre, enriquece nuestra carga intelectual y cultural.
Por eso se dice que un viaje se vive tres veces: cuando lo soñamos, vivimos y recordamos.
Un viaje está conformado por muchas emociones, desde la ansiedad, la expectativa de los preparativos a la euforia de la novedad, así como también la añoranza de nuestros seres queridos y nuestra casa. Regresamos con alegría”.
–Y con cuentas, ¿cómo asumir el riesgo económico?
–El viaje tiene que pensarse como una inversión. No gastar lo que no tenemos o podríamos vivirlo con culpa. Planificar. No dejar nada al azar, así sea un viaje de mochileros. Prever los gastos, las cotizaciones y los imprevistos ayudan a que mantengamos la armonía y el relax.
–Experimentar un viaje, ¿nos garantiza ver de otra manera los problemas, vivir mejor?
–A veces pensamos que viajar puede mejorar un estado de ánimo o cambiar una relación quebrada. Un viaje puede ser un buen contexto para comenzar de cero siempre y cuando hagamos nuestro trabajo personal.
Todos llevamos un bagaje emocional a los viajes, pero traemos de ellos una cantidad de experiencias que necesariamente formatean en ADN de la personalidad. Finalizo con la opinión de Paola Di Tore, experta en organización de viajes: “Viajar cambia perspectivas, no solo porque uno se contagia de lo positivo de las costumbres de los países, como adoptar su educación cívica, nos despojamos de prejuicios y sumamos cultura, pero además revaloramos lo que tenemos en nuestro país y en nuestra casa.
Viajar nos genera planteamientos importantes sobre las prioridades de la vida como el aprender a vivir el momento, sumar recuerdos, experiencias que son el patrimonio emocional que uno va forjando al compartir con la familia, los amigos.
Toda esta dinámica nos lleva a encontrar en cada viaje, individual o en grupo, lejos o cerca, una mejor versión de nosotros mismos.
Sin dudas, los viajes son siempre recomendables. Invertir en viajar es invertir en vivir”.
lperalta@abc.com.py