“Paraguay nunca deja de sorprender”

Eri Hobbs (57) acompañó durante 4 años a su marido, el Dr. Jeremy Hobbs, embajador británico en Paraguay. Eri dice haberse vuelto “casi paraguaya, aunque no tanto como mi marido”. Su labor de apoyo y acompañamiento como esposa del diplomático le permitió descubrir otras culturas. Conversamos con ella a poco del fin de misión en nuestro país y regreso a Inglaterra.

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Se llama Eréndira, pero para todos es Eri. Nos recibió en un lujoso apartamento del barrio Trinidad. Sobre la mesa del comedor, varias piezas de artesanía paraguaya que serán llevadas a su hogar en Colchester (Essex, Inglaterra). “Cumplimos 4 años de misión en Paraguay”, inicia mientras compartimos un té. Hace memoria y se remonta a su México natal.

“Soy docente. Conocí a mi marido a los 23 años en una discoteca de Guanajuato, nos presentó una amiga. Él estaba usufructuando una beca de Estudios de América Latina. Después de 6 meses de noviazgo nos casamos. Me fui a vivir a Inglaterra, mi vida dio un giro total”. Eri y Jeremy celebran 33 años de matrimonio, tienen un hijo, Callum (26), y una hija, Jasini (23).

–Casarse y dejar sus raíces, ¿cómo vivió aquel cambio repentino?

–Provengo de una familia de clase media baja, éramos 12 hermanos, mi padre había fallecido. Yo trabajaba para poder estudiar y ayudar a mi madre. De pronto me encontré en otra cultura, no sabía el idioma. Económicamente fue duro ya que mi esposo hacía su posgrado, luego la maestría, luego el doctorado. Me tocó la manutención, limpié casas, fui mesera, de todo. Él también limpiaba casas los fines de semana. Así sacamos su carrera.

–Un experto en América Latina.

–Siempre digo que mi marido es más latinoamericano que yo, nació en el continente equivocado.

–¿Renunció a sus propios sueños profesionales?

–En realidad, siempre estudié, hice cursos donde estuviese. No tuvimos hijos hasta 7 años de casados. Después, nos turnábamos el cuidado de los chicos.

–¿Cómo se da el inicio de la vida diplomática?

–Hace más de 25 años. En aquel entonces, le habían ofrecido un puesto de profesor en Brasil. Paralelamente uno en San Diego (EE.UU.) donde le pagarían muy buen dinero y le daban casa, pero tenía que sacar su doctorado en una universidad norteamericana. Jeremy rechazó la oferta porque quería el doctorado por una universidad inglesa. A punto de aceptar el trabajo en Brasil, su profesor de tesis le comentó que vio en el diario un aviso que solicitaba personal en cancillería con especialización en América Latina. Postuló. Lo eligieron entre 700 candidatos. Empezamos en Londres, luego estuvimos en Colombia, México y Paraguay.

Cálida tierra

Los Hobbs llegaron a Paraguay sin saber mucho del país, salvo de recetas paraguayas. “Jeremy compró un libro de cocina paraguaya. Supuestamente antes de venir comimos chipa y sopa paraguaya hecha por nosotros”, cuenta divertida. Cuando llegaron, a Eri lo que más le llamó la atención fue tanto verde. “Después empecé a conocer a la gente. Un día fui a comprar papas al Agroshopping, y una señora, al decirle que no necesitaba una bolsa sino solo 3 o 4 papitas, ¡me las regaló! Fue una primera impresión para mí, no había vivido algo así en otro país”.

Según nos comenta Eri, la tendencia en Gran Bretaña para los embajadores es, preferentemente, vivir en apartamentos y no en casas. “Todo lo que ves, menos los libros y los adornos, pertenece al Gobierno británico, se pagó con dinero del contribuyente. Debemos rendir cada céntimo”. Los muebles fueron traídos de Inglaterra, la decoración del piso estuvo a cargo de un diseñador británico.

–¿Cuál es su deber como esposa de un embajador?

–Lo que yo elijo hacer. En Londres no nos exigen, pero sí se espera de uno ayudar para la unión, haciendo cosas de manera independiente o con otras señoras. No tenemos un rol, no hay una descripción de trabajo, sino apoyar a tu esposo. Siempre, gracias a Dios, desde esta posición uno puede ayudar y apoyar a los más necesitados. Mi padre hubiera estado muy orgulloso.

–¿Qué tipo de ayuda le piden?

–Fundaciones y personas particulares piden dinero directamente. Hace dos años que estoy dando mi apoyo a las artesanas de Yataity. Trabajo con Liliana Escurra, a quien ayudé a viajar a Londres, donde pudo hacer más conocida la artesanía paraguaya. También colaboro con la Dra. Ma. Cristina Gómez en cuidados paliativos (gente con enfermedad terminal). Lamentablemente me voy sin haber podido crear una fundación para estas personas.

–Procurar la muerte digna, tan loable labor...

–Hay una casa en Areguá, la mayoría son enfermos de cáncer, del interior del país. Es un trabajo que me llena. Hace poco hicimos la caminata “Ponte en sus zapatos” en el Parque de la Salud. La gente preguntaba qué necesitábamos. Pedimos pañales. Estuvieron presentes 4 enfermos terminales, fue muy emotivo.

–Tenemos muchos dolores sociales. ¿Qué más sintió en Paraguay?

–Los niños en la calle, que también hay en otros países, pero aquí la población joven es mayoritaria. Ojalá la puedan conservar, dar educación, que no se vayan al extranjero. Lo bueno es que Paraguay es un país que nunca deja de sorprender. Mira, aquí fue el único país latinoamericano donde me sentí extranjera, por el guaraní que se habla realmente en todo el territorio nacional; es admirable.

Mujer y embajadora

El matrimonio Hobbs debe recibir invitados y lo disfruta. “Además cocinamos. Casi siempre Jeremy hace la entrada, un chef el plato principal y yo los postres. Por cierto, me encantan las frutas paraguayas, salí más de una vez a juntar mangos de las veredas”.

Adaptada a la diversidad, Eri se toma con buen ánimo lo que ella llama inocencia y no prejuicios. “Me ha pasado de ir a reuniones donde las otras señoras –sin saber ni imaginar que la británica era yo– me comentaban: ‘dicen que vendrá la embajadora británica, ¿usted la conoce?’. Ellas esperaban una mujer alta y de ojos azules. No me ofendía en absoluto, lo considero un rasgo de la inocencia de este pueblo tan amable”.

Para nuestra entrevistada el rol de la mujer ha cambiado mucho desde que ella estudiaba en la universidad. “Mi madre solía decirme: ‘Tienes que casarte para ser respetada’. Actualmente la mujer ya no piensa así, ni las madres dan este consejo a sus hijas. Casarse dejó de ser un estatus. Casada o no, la mujer quiere amor, respeto y apoyo. Yo me casé joven, siempre acompañé a mi marido, pero él también a mí. Mi padre era a la antigua, muy estricto, así que fui más libre casada que soltera”. Coqueta, le gusta diseñar sus blusas y vestidos con su nueva pasión: el ñandutí.

Dejamos a Eri embalando sus pertenencias, ordenando cosas materiales e inmateriales.

“Paraguay siempre será especial para nosotros, fue el primer país como embajador para mi esposo y el primero donde vivimos sin hijos. Nos llevamos recuerdos preciosos y amigos para toda la vida”.

lperalta@abc.com.py

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