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Los productos invadieron las esquinas de las transitadas avenidas y se vendían desde 2.000 a 10.000 guaraníes, de acuerdo al tamaño y los adornos que tenían.
Tejer el pindó es todo un arte; algunos hacen el entramado desde la punta hasta la base y luego lo hermosean con romero, penacho, ruda y el color lila de la siempreviva (Ghomprena globosa). Resaltaban las figuras de la cruz, el cáliz y la ostias y otros símbolos religiosos.
También se pudieron apreciar pequeños entretejidos (amuletos), que en la creencia popular, una vez bendecidos, se utilizan para defenderse contra el payé (hechicería, embrujo, magia). Por ejemplo, se tejen crucecitas para defender a los niños de las enfermedades. Otros colocarán las hojas bendecidas en la entrada de la casa para protegerla del mal.
La comercialización de este producto es fundamental en la Semana Santa, porque de acuerdo a la venta se asegurarán un buen pasar aquellas personas muy humildes que no tienen un salario fijo y que provienen desde puntos lejanos del país.