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Félix de Azara ya había llamado a Caacupé como la “Villa del Milagro” por la cantidad de gente que ya llegaba a fines del siglo XVIII, comenta el padre Marciano Toledo González.
Durante la guerra contra la Triple Alianza las visitas se redujeron pero se mantuvo la fe. En aquellos tiempos se había robado la corona de oro donada a la virgen por la hermana del Mariscal Francisco Solano López, Inocencia López de Barrios, esposa del General Vicente Barrios.
Uno de los grandes impulsores de la construcción de la Basílica fue monseñor Juan Sinforiano Bogarín, primer Arzobispo de Asunción, ayudado por su primo el General Bernardino Caballero, quien llegaba hasta Caacupé para organizar ollas populares para los promeseros.
Con la Guerra del Chaco la fe aumentó hacia la madre de los paraguayos y unos años después se proyectó la gran Basílica diseñada por el Arq. Miguel Ángel Alfaro y que luego fue modificada enormemente.
Desde sus inicios, Caacupé ha mostrado sus características bien variopintas. La multiculturalidad de los promeseros y de la gente que acude por otras razones, especialmente económicas, es notoria.
Tanto en el camino a Caacupé, como en las calles del Centro y en la plazoleta de la Basílica gente de todas las edades lucen atuendos de la Virgen en pago de las promesas realizadas especialmente por salud, trabajo y buenas notas.
El recibimiento de la fiesta mariana a las 00:00 del 8 de diciembre se realiza con varios minutos de fuegos artificiales.
Entre el chipá y el piri aparecen siempre objetos novedosos como el que este año presentó un enfermero de Isla Aranda, Limpio, Carlos Acosta (27), que decidió dar mayor creatividad al piri con esterillas que se convierten en bolsos.