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Los religiosos de esta orden celebraron ayer con una misa el bicentenario de la restauración de la Compañía de Jesús, que fue suprimida en 1773 por el Papa Clemente XIV, pero 40 años después, un 7 de agosto de 1814, el Papa Pío VII, devolvió a esta congregación todas sus facultades religiosas.
La eucaristía estuvo presidida por el representante del Papa, Mons. Eliseo Antonio Ariotti, quien en su homilía instó a los sacerdotes de esta congregación a dar fruto abundante, para bien de la Iglesia universal y de toda la humanidad.
Aclaró que ante todo se trata de dar frutos de conversión y santidad en la propia vida.
En otro momento, recordó a los presentes que el mundo actual plantea un gran reto y no hay que estar indiferentes ante una sociedad que vive de espaldas a Dios, encerrada en el dinamismo suicida del egoísmo y la mentira existencial como forma usual de vida.
“Nos encontramos en un mundo esclavo de múltiples rupturas y contradicciones, como la cultura de muerte, que proclama como su dios la tecnología, el consumo y el placer desenfrenado. Un mundo en que la mayoría de los seres humanos se precipita por la dramática pendiente de la desesperanza, en que tantos y tantos corazones sufren la terrible angustia de sentirse viviendo en medio del desierto del sinsentido, de la soledad, del sufrimiento. Vivimos en un mundo que agoniza por falta de luz y calor”, indicó.
Ante esta situación, Ariotti propuso el llamado del Señor de ir y hacer discípulos a todas las naciones. Agregó que Jesús es la respuesta a la crisis del hombre, pues solo Él es “Camino, Verdad y Vida”.
En otra parte de su alocución se refirió a la evangelización y su desafío, recordó al Papa Pío XII, quien exhortaba a reconstruir el mundo, de salvaje volverlo humano, y de humano en divino.
Resaltó igualmente el apostolado como una tarea fundamental para todo cristiano, y lo es más todavía para los miembros de la Compañía de Jesús cuya vocación es eminentemente apostólica.
En otra parte, recordó el apostolado que tuvieron Ignacio de Loyola, Francisco de Javier, Luis Gonzaga, Alberto Hurtado, Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires, y a tantos otros santos que siguieron a Jesucristo en la Iglesia y en la sociedad en la que les tocó vivir, con el espíritu ignaciano de “en todo amar y servir” y “no querer buscar otra cosa que la mayor alabanza y gloria de Dios”.
El domingo pasado, en Trinidad y San Ignacio, también se recordó la restauración de la Compañía de Jesús con eventos religiosos y culturales.