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Descuido e insalubridad reinan en todos los rincones del Hospital Central del Instituto de Previsión Social (IPS). Cielorrasos que se caen, cables que se enredan en las paredes internas y externas; baños y pasillos sucios, sillas rotas, son los deterioros que se pueden ver en los pasillos abarrotados de pacientes que deben lidiar encima con la pésima atención médica para intentar recuperar su salud.
Tres son los pabellones donde los médicos de diferentes especialidades atienden a las personas, que con mucha paciencia y sacrificio, consiguieron un turno en el call center. Uno de estos, el número tres, es el que está en peores condiciones. Parte del techo del pasillo que se usa como sala de espera se cayó. Los pacientes procuran sentarse en sitios donde no se les caiga en la cabeza un pedazo del techo.
En la parte del subsuelo, donde hay poca ventilación, en los pasillos, un fuerte olor inunda el ambiente. Uno de los pasadizos conduce al archivo y otro lleva al sector de infectología y trasplantes, donde también el descuido y el abandono saltan a primera vista. En uno de los sectores se puede ver el techo destruido y el piso lleno de agua.
El aspecto sucio que presenta no corresponde al de un hospital, donde las normas básicas de salubridad deben estar en el orden del día.
Dentro de esta absoluta falta de las normas básicas de higiene los médicos deben atender a centenares de pacientes y realizar delicadas cirugías. En estos casos debe intervenir la Superintendencia de Salud (Supsalud). La última vez que la entidad reguladora evaluó el Hospital Central fue en el año 2014. En esa oportunidad dispuso la clausura del subsuelo justamente, pero en donde funcionaba traumatología. Le había dado 30 días para poner en condiciones el sector.
Un detalle que notamos en nuestro breve recorrido por el hospital es que el nuevo edificio para la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) inaugurado el 31 de enero último por el titular del IPS, Benigno López, y el nuevo ministro de Salud, Carlos Morínigo, aún no funciona.