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Mientras esperan la señal roja del semáforo para poder acercarse en busca de la ayuda de los automovilistas, sus hijos, muchos de ellos de apenas meses de vida, absorben toda la contaminación del ambiente que los rodea.
En muchos casos, estas jornadas empiezan a temprana hora de la mañana y se extienden hasta altas horas de la noche, sin detenerse ni siquiera ante el intenso calor de la siesta.
Las consecuencias que dicha exposición acarrea a la salud de estas criaturas son numerosas, en especial las afecciones de índole respiratorio. Diagnósticos médicos presentados en distintas causas judiciales avalan las nefastas secuelas de esta situación.