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El Papa, percibido como un reformista dentro de la compleja trama de tendencias en la curia, predica la pobreza y la humildad como sus principales banderas desde su elección, en marzo de 2013.
“Francisco recoge las grandes líneas básicas de la reflexión teológica latinoamericana, pobreza y pecado estructural”, dice el teólogo jesuita Ernesto Cavassa, rector de la peruana universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Un pequeño libro de Gutiérrez, “Teología de la Liberación” (1971), remeció a la Iglesia católica al sentar las bases de esta corriente que nació en América Latina y se convirtió luego en “la piedra en el zapato” del Vaticano, que la acusó de marxista por las derivas que tomó en las interpretaciones que le dieron otros sacerdotes, como el brasileño Leonardo Boff o el nicaragüense Ernesto Cardenal.
La opción preferencial por los pobres entusiasmó en un primer momento a Roma, bajo el papa Pablo VI (1963-1978), quien designó obispos progresistas en la región con el mayor número de fieles católicos. Sin embargo, Juan Pablo II (1978-2005), formado en el anticomunismo, la cuestionó alegando que fomentaba la lucha de clases y podía distanciar a los fieles de sectores medios y altos.
En septiembre de 2013, Francisco invitó a Gutiérrez a un encuentro privado en Roma.
Era la primera vez que un papa recibía al teólogo peruano desde que Juan Pablo II cuestionó las interpretaciones radicales que se hacían de esta corriente.