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NUEVA YORK (AFP). La cooperación de las autoridades de Nueva York con responsables de inmigración y aduanas federales para casos de deportación se limitará, a partir de ahora, a “instancias en las que haya problemas de seguridad pública” o a “aquellos condenados por delitos graves o violentos” , señaló la alcaldía en un comunicado.
El anuncio tiene lugar en un momento crucial para los indocumentados en Estados Unidos, ya que el presidente, Barack Obama, se apresta a tomar medidas para evitar la deportación de unos 5 millones de ellos, a pesar de la reciente derrota electoral sufrida contra los republicanos en las elecciones legislativas de medio mandato, según el diario New York Times.
“Las deportaciones en masa no solo han separado a miles de familias neoyorquinas, sino que también han socavado la seguridad pública en nuestras comunidades e impuesto castigos desproporcionados a familiares y esposos de inmigrantes”, afirmó el alcalde demócrata Bill De Blasio, citado en el comunicado.
“Hoy enviamos otro mensaje a Washington de que llegó la hora de actuar para dar alivio a tantos individuos que contribuyen al crecimiento de nuestra nación”, agregó.
En 2011, Nueva York fue una de las primeras ciudades estadounidenses en limitar su respuesta a los pedidos de detención de las autoridades federales de inmigración y aduanas, reduciendo la cooperación a “entre el 60 y 65%” , según la alcaldía.
Las leyes firmadas por De Blasio “consolidan ese liderazgo” ya que para las detenciones se exigirá una orden judicial, lo que podría llevar el porcentaje de arrestos a “virtualmente cero” y evitar que entre 2.000 y 3.000 neoyorquinos sean apresados por año.
La dura derrota electoral sufrida por los demócratas el pasado 4 de noviembre alejó por completo la esperanza, ya reducida, de que el Congreso en Washington aprobara una reforma migratoria, principal promesa de Obama en su campaña a la reelección en 2012.
Pese a ello, Obama advirtió que estaba dispuesto a usar sus facultades ejecutivas y firmar decretos sobre este espinoso tema, lo que pone fuera de sí a los fortalecidos líderes republicanos.