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COX’S BAZAR, Bangladés (AFP). El ejército birmano anunció el viernes en su página de facebook que “los cuerpos de 370 terroristas fueron encontrados” y que 15 soldados y 14 civiles habían muerto en estas operaciones.
El último balance de hace dos días hablaba de 110 muertos.
Los rohinyás, musulmanes sunitas, hablan un dialecto de origen bengalí utilizado en el sureste de Bangladés, de donde son originarios.
Alrededor de un millón de ellos vive en Birmania, país mayoritariamente budista. Muchos se hallan en campos de refugiados, principalmente en el estado de Rakáin, en noroeste del país.
Más de 400.000 rohinyás se encuentran ahora en Bangladés, un país mayoritariamente musulmán, después de haber huido durante combates anteriores. Ese país no quiere acoger más y cerró su frontera con Birmania.
Desde 2011, tras la disolución de la junta militar que imperó durante casi medio siglo en Birmania, las tensiones entre comunidades han aumentado.
Un poderoso movimiento de monjes budistas ha emprendido una campaña contra la presencia de este numerosos grupo de musulmanes considerando que representan una amenaza para Birmania, país con más del 90% de su población budista.
El inicio de esta violencia fue el ataque el viernes pasado (25 de agosto) de la rebelión del Arakan Rohingya Salvation Army (ARSA) contra una treintena de puestos de la Policía. Desde entonces, el Ejército lanzó una gran operación en esta región pobre y remota.
Según las últimas cifras divulgadas ayer por la ONU, 27.400 personas llegaron a Bangladés desde el viernes pasado y unas 20.000 estarían bloqueadas en la frontera. Estos refugiados son mayoritariamente rohinyás.
Esa región está cerrada desde octubre y ningún periodista puede viajar a ella de forma independiente.
La enviada especial de Naciones Unidas en Birmania, Yanghee Lee, expresó el jueves su inquietud, declarándose “gravemente preocupada” por la situación, y exigió que se “rompa urgentemente” el ciclo de la violencia.