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Desde esta semana, el Partido Socialdemócrata (SPD), de Martin Schulz, y los conservadores de la canciller alemana darán inicio a las conversaciones dirigidas hacia un “contrato de coalición”, una hoja de ruta para un futuro gobierno.
En el mejor de los casos, el nuevo ejecutivo podría asumir sus funciones a mediados de marzo, es decir seis meses después de las legislativas de la primera potencia europea.
La cámara de diputados está muy dividida, sin mayoría clara y con el ascenso de la ultraderecha como telón de fondo.
La votación en el seno del partido socialdemócrata alemán, en el que se aceptó por corta mayoría un principio de coalición con los conservadores de Angela Merkel, constituye una etapa importante para sacar al país de un callejón sin salida.
La decisión de ayer también es un alivio para los socios de Alemania, empezando por Francia, y para las instituciones europeas. Tras el Brexit y el ascenso de la extrema derecha y los antieuropeístas en todo el continente, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, hicieron una serie de propuestas para combatir el desapego de los ciudadanos.
La canciller Merkel y el presidente Macron destacaron en París su deseo de avanzar juntos en cuestiones europeas, una forma de presión sobre el SPD.