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La semana pasada oficiales de migración dominicanos arrestaron a esta haitiana de 30 años y la trasladaron hasta la frontera, con su bebé al cuello.
“Me dijeron que regresara a mi país: ‘vuelve a reunirte con el presidente Michel Martelly, ya no necesitamos a los haitianos. Tengas papeles o no, vayan de vuelta a su casa’”, explica lentamente Beltha, que llevaba diez años viviendo en República Dominicana trabajando como vendedora callejera.
Un cambio de la política migratoria en República Dominicana vino a transformar su vida y la de la millares de extranjeros.
El Plan Nacional de Regularización de los Extranjeros (PNRE), que afecta a más de 250.000 personas sobre todo haitianos, finalizó el 17 de junio, pero muchos no pudieron concluir el trámite en el plazo fijado y serán expulsados del país. Según los servicios dominicanos, 31.225 haitianos habían regresado a su país hasta el 1 de julio.
No pudo avisar
Beltha no pudo ni siquiera avisar a su marido, que estaba apenas a 50 metros de ella cuando la detuvieron. “Ni siquiera sabe que estoy aquí, en Haití. No pude hablar con él porque no tiene teléfono”, indicó. La haitiana expulsada tiene otros dos niños, de 5 y de 6 años, que se quedaron con su padre. “Cómo van a entender que no esté con ellos ahora”, se lamentó.
Además del dolor de estar separada y de no tener noticias de su familia, la joven tuvo que soportar insultos racistas durante todo el trayecto hasta la frontera. “Me dijeron que los dominicanos no tenían la misma sangre y que fuera a reunirme con los de mi misma sangre a Haití”, relató.
A su lado, Rose Hippolyte asiente: “Cuando ven un haitiano, los dominicanos dicen: ‘Mira ese cerdo. Haitiano diablo’”.