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BRASILIA (AFP).“Escogí la vida. Escogí proteger a una persona, un perseguido político, como la presidenta Dilma (Rousseff) fue perseguida” por la dictadura militar brasileña (1964-1985), dijo Saboia a la televisión Globo al llegar a Brasilia.
Pinto, a quien Bolivia se negaba a darle un salvoconducto para salir hacia Brasil, escapó de La Paz en un coche de la Embajada brasileña, escoltado por otro automóvil diplomático con militares brasileños en un viaje de 22 horas, a lo largo de 1.600 km, hasta Corumbá, ciudad fronteriza brasileña.
Desde allí lo llevaron en avión a Brasilia, adonde llegó en la madrugada del domingo acompañado por el senador brasileño Ricardo Ferraço, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que integra la coalición de gobierno de Rousseff.
“Violación constante de los derechos humanos”
Saboia aseguró que decidió ayudar a Pinto a escapar “porque había un riesgo inminente a la vida y a la dignidad del senador”.
El senador “pasó 452 días en un cubículo al lado de mi escritorio. (...) Había una violación constante, crónica de derechos humanos, porque no había perspectiva de salida,
no había negociación en curso y (Pinto) tenía un problema de depresión que se estaba agravando”, argumentó.
“Tuvimos que llamar a un médico y él (Pinto) comenzó a hablar de suicidio”, afirmó el diplomático. “Me sentía como si tuviese el DOI-Codi (órgano de represión de la otrora dictadura militar brasileña) al lado de mi escritorio. Un confinamiento prolongado y sin perspectivas”, contó Saboia. El senador, que era jefe de la oposición, se refugió en mayo de 2012 en la legación diplomática brasileña en La Paz argumentando persecución política y amenazas de muerte tras denunciar casos de corrupción y vínculos de funcionarios del gobierno de Morales con el narcotráfico. Brasil le otorgó asilo.