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Los expertos discrepan sobre las capacidades de las múltiples ramas de Al Qaeda. Para unos, la red se ha visto superada por el grupo Estado Islámico. Para otros, le han robado el protagonismo, pero acabará triunfando gracias a su constancia por una yihad globalizada a largo plazo, frente a un rival más focalizado en Irak y Siria.
En el apogeo de su poder en Afganistán, Al Qaeda estremeció al mundo con los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, que dejaron casi 3.000 muertos.
El operativo
La operación para neutralizar a Osaba Bin Laden en su refugio en Pakistán, denominada “Lanza de Neptuno”, se llevó a cabo una vez que la CIA, seis meses antes, había conseguido localizar al emisario de confianza de Bin Laden.
El emisario residía en un complejo valorado en un millón de dólares en Abbottabad, en las cercanías de Islamabad (capital de Pakistán).
Tenía dos puertas de seguridad, espesos muros de seis metros de altura rematados con alambre de espino y el edificio no contaba con conexión telefónica ni internet.
Sus habitantes no guardaban ninguna relación con sus vecinos y quemaban su basura, en lugar de tirarla.
Poco a poco los agentes de la CIA se convencieron de que quien se encontraba en el interior de la mansión era el propio “número uno” de Al Qaeda.
Algunos de los asesores de Obama abogaban por usar aviones espía, para no poner en peligro vidas estadounidenses. Otros preferían enviar a los “Seal”, una opción más arriesgada pero con más garantías de éxito.
El comando entró a la residencia sin tener una idea exacta de lo que iba a encontrar. Al llegar, uno de los dos helicópteros en que llegaron quedó inhabilitado.
Al ser conminados a entregarse, los terroristas optaron por abrir fuego.
El comando ultimó con balas en el pecho y la cabeza a Bin Laden.
Murieron otros tres varones, entre los que estaba el propio Bin Laden.
Dos mujeres quedaron heridas.
El comando utilizó el helicóptero que quedaba operativo para abandonar el complejo y llevarse el cadáver de Bin Laden.