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RÍO DE JANEIRO (EFE). Bolsonaro, quien ayer visitó su antiguo barrio, en los suburbios de Río, se ha rodeado en los últimos días de sus colaboradores más cercanos, ha anunciado a los primeros nombres de su gabinete y ofrecido pistas de camino que seguirá la política exterior del gigante suramericano los próximo cuatro años.
Bolsonaro, uno de los pocos políticos brasileños no alcanzados por la corrupción generalizada en su país, ha tenido como caballito de batalla el ataque contra las corruptelas particularmente graves de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), con Lula da Silva y Dilma Roussef.
Precisamente, uno de los cuatro ministros confirmados hasta ahora es el magistrado Sergio Moro, responsable del caso Lava Jato, como titular del “superministerio” creado con la unión de los ministerios de Justicia y el de Seguridad Pública.
Bolsonaro también ha anunciado que su consejero Paulo Guedes será titular de otro “superministerio”, el de Economía, también fruto de la unificación de otros ministerios del sector.
El diputado Onyx Lorenzoni asumirá el ministerio de la Presidencia (jefe de gabinete) y el astronauta Marcos Pontes estará al frente de la cartera de Ciencia y Tecnología.
Bolsonaro todavía no ha revelado el nombre del próximo canciller, aunque ya ha informado que su primer viaje oficial será a Chile.
A lo largo de la semana, su futuro ministro de economía había indicado que el Mercosur “no es una prioridad” para el gobierno que viene.
El propio Bolsonaro informó su propósito de trasladar la embajada de Brasil en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.
Partidario de una política exterior “sin connotación ideológica”, cuestionó la necesidad de que Brasil tenga relaciones cercanas con la dictadura de Cuba.
Sobre el actual programa Más Médicos, el cual permite que más de 11.400 doctores cubanos trabajen en Brasil, criticó que los profesionales solo cobren una parte de su salario, el resto del cual es retenido por el régimen cubano.
“Quien viene aquí procedente de otros países, gana un salario integral. Los cubanos ganan aproximadamente el 25% del salario. El resto va para alimentar la dictadura cubana”, dijo.