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El cruce de la Avenida W. North y Pensilvania mostraba ayer un aire diferente al del lunes pasado, cuando tras el funeral de Freddie Gray, un joven negro muerto en custodia policial, una multitud de adolescentes se enfrentó a la Policía, saqueó tiendas y provocó incendios en toda la ciudad.
El epicentro de los disturbios de Baltimore seguía contando ayer con fuerte presencia policial, furgonetas blindadas y la vigilancia ininterrumpida de helicópteros, pero el circo mediático se ha instalado y los vecinos han salido a curiosear y despertar la atención sobre Sandtown-Winchester, un barrio deprimido de mayoría negra.
Hasta el gobernador republicano de Maryland, Larry Hogan, pudo pasearse ayer por Sandtown-Winchester para asegurar que “esto es el día y la noche”, en comparación con los disturbios del lunes.
Hogan dijo que la ayuda de los líderes comunitarios, la imposición del toque de queda de diez de la noche hasta las cinco de la mañana y el despliegue de 2.000 miembros de la Guardia Nacional y un millar de policías ha contribuido a tener una primera noche sin grandes altercados.
Según el portavoz de la Policía de la ciudad, Eric Kowalcyzk, 35 personas fueron arrestadas por incumplir el toque de queda, lejos de los más de 200 detenidos en la noche del lunes.
Algunos de los habitantes de lugar, que no quisieron revelar su identidad, explicaron que quieren sacar algo positivo de los disturbios, especialmente recordar que la brutalidad policial no se va solucionar con una muestra de fuerza innecesaria.
“La violencia no es excusable, pero lo que ha pasado aquí sirve para que el país vea que ya es hora de actuar, de poner fin a la represión policial, la exclusión y comenzar a proveer mejor educación y trabajos”, afirmó uno de ellos, mientras repartía panfletos.