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El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmusen, quien visitó ayer Sarajevo, ofreció la ayuda de la Alianza tras conocer de primera mano las dimensiones de la devastación.
“Estamos dispuestos a ayudar de cualquier manera que nos pidan”, declaró en una rueda de prensa en la capital bosnia.
Rasmusen alertó sobre todo del peligro que supone el desplazamiento de las minas colocadas en la guerra (1992-1995), debido a los movimientos de tierra causados por las inundaciones.
“Es preocupante, debemos trabajar con eficacia en ese asunto. Hay muchos aliados con experiencia en ello y pueden ayudar”, indicó.
Las autoridades bosnias han advertido en los últimos días del peligro que pueden representar esas armas, que de acuerdo con los medios han sido arrastradas incluso hasta zonas pobladas.
Un experto esloveno en minas y asistencia a las víctimas, Gregor Sancanin, declaró a la agencia eslovena STA que entre un 20 y 30 por ciento de los campos minados en Bosnia están inundados y que, en teoría, es posible el desplazamiento de hasta 30.000 minas por las aguas y los deslizamientos de tierra.
En Bosnia, donde las riadas se han cobrado más de 20 vidas, la situación sigue siendo crítica en el norte, en torno a los ríos Sava y Drina, así como en el centro, todavía inundado.
En otras regiones, el agua se ha retirado y dejado decenas de centímetros de barro y basura en las calles y casas, y la Cruz Roja advierte de la necesidad de productos desinfectantes, así como de alimentos, agua potable y medicinas, entre otros.
Casi dos millones de bosnios, la mitad del país, han sido afectados de forma directa o indirecta por la catástrofe natural.