Cargando...
BEIRUT (EFE). Esta guerra civil, desencadenada por la represión de las manifestaciones prodemocracia en el país, se transformó en un complejo conflicto que implica a numerosos actores sirios y extranjeros.
La rebelión contra el régimen de Bachar al Asad inició en marzo de 2011, siguiendo revueltas en países árabes (Primavera Árabe). Ha dejado más de 300.000 muertos y desplazado a la población hacia el interior y fuera del país, creando la peor crisis mundial de refugiados y permitiendo el ascenso de Estado Islámico.
Aunque ninguna de las partes habla del fin del conflicto civil, el presidente al Asad ha felicitado a sus compatriotas por “la liberación” de Alepo.
Un consejero de las Naciones Unidas, Jan Egeland, consideró ayer que lo sucedido en esa urbe “será recordado como una página negra en la historia de las relaciones internacionales”.
Detrás de los que huían de Alepo quedaba una tierra devastada de edificios destruidos, escombros y muros con impactos de bala, donde vivían decenas de miles de personas hasta hace pocos días bajo un intenso bombardeo incluso tras el colapso de los servicios médicos y de socorro.
El otrora floreciente centro económico, con sus célebres antigüedades, fue destrozado durante los bombardeos.
La victoria del régimen sirio en Alepo tras más de cuatro años de batalla es también la de Rusia, de su potencia de fuego militar y de un Vladimir Putin que ocupó por completo el vacío creado por la retirada progresiva de Barack Obama.
Cuando en setiembre de 2015, el presidente ruso ordena el despliegue en Siria, las tropas de Bachar al Asad estaban derrotadas. En 14 meses, el aporte decisivo de los rusos puso al presidente sirio de nuevo en los carriles y permitió la reconquista de Alepo.