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Indicaron que las funcionarias encargadas del aseo realizan mal su trabajo y no hay un control sobre los elementos que utilizan para limpiar ni la frecuencia de las tareas.
Las mujeres, que suman más de 12, duermen hacinadas en el piso en colchones cuya vida útil ya feneció. Varias de estas camas improvisadas no tienen forro.
La mayoría de las personas vienen de comunidades alejadas de la capital del país, y son de escasos recursos económicos, por lo que el albergue es el único espacio con que cuentan para hospedarse.
“Tenemos que acostarnos sobre este colchón sucio, que parece cama de perro, y así después entrar a la terapia junto a nuestros hijos”, dijo Juana Zaracho, procedente de Caaguazú.
También, el techo de esta sala tiene goteras.
Un aspecto insalubre también presentan los cuatro baños. Estos son malolientes y filtran agua e incluso se suele esparcir por la pieza cuando llegan las intensas precipitaciones.
Afirman las madres que a raíz de esta situación sus colchones que están en el piso se llenan de humedad.