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“Don Rubito”, como era conocido en esta comunidad, no solo sirvió a la patria en el conflicto armado con Bolivia, sino que tuvo a su cargo la difícil misión de criar a sus nueve nietos que quedaron huérfanos de padre muy tempranamente, además de hacerse cargo de su esposa, Asunción, quien quedó ciega cuando falleció el hijo del matrimonio.
El benemérito, quien fue a la contienda a los 17 años acompañando a sus cuatro hermanos, dijo en una entrevista a este diario en junio último, cuando cumplió 100 años, que no le dejaban combatir por ser menor de edad y le encargaron la tarea de proveer proyectiles a los soldados en el frente. Uno de los momentos más difíciles que le tocó vivir fue la muerte de su hermano mayor en una de las batallas, dijo.
Señaló que con sus otros hermanos fueron a buscar el cuerpo de Victorino y lo encontraron luego de varios días, rodeado de animales carroñeros, para darle sepultura.
Cuando volvió de la guerra se casó con Asunción Ortega, con quien tuvo tres hijos, dos de los cuales fallecieron siendo menores. Después su vástago Marcelino se casó a los 19 años con Delia Durañona y tuvieron nueve hijos, pero falleció en un accidente a los 39 años.
El salario del excombatiente en ese entonces era de apenas G. 26.000 y no alcanzaba para solventar a la numerosa familia.