En efecto, datos del Instituto Nacional de Estadística dicen que el año pasado unos 195.000 paraguayos de entre 15 y 29 años no estudiaban ni trabajaban (“NiNi”), lo que equivalía al 13% de la población juvenil, cuya tasa de desempleo era del 10,9% de la fuerza laboral. La desocupación total llegaba a “solo” el 4,9%. De entre los jóvenes que trabajaban, apenas el 20% lo hacía en la economía formal, en tanto que la asistencia escolar llegaba al 51,6% en las zonas urbanas y al 44% en las rurales. Según el ministerio competente, la deserción escolar sería atribuible, sobre todo, a la pobreza familiar. En febrero de este año, un estudio publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo reveló que en el Cono Sur, en 2022, la tasa de los jóvenes paraguayos que no estudiaban ni trabajaban solo era inferior a la de los brasileños.
Estas inquietantes revelaciones suponen un considerable desafío para las políticas públicas, sobre todo en cuanto a la capacitación laboral, ya que la falta de conocimientos es uno de los grandes obstáculos con que tropiezan los jóvenes en busca de empleo. La problemática en cuestión concierne a la Secretaría Nacional de la Juventud, al Ministerio de Educación y Ciencias y al de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. También tiene que ver con el Ministerio del Interior, en la medida que las pandillas juveniles en auge estarían integradas por los “NiNi”, y con el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, que hace un año informó que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, algo dramático a considerar también este 21 de septiembre, Día de la Juventud. Los floridos mensajes de circunstancias no deben ocultar que la felicidad dista de ser inherente a los jóvenes paraguayos.
No faltan organismos estatales que deberían enfrentar la problemática de esta franja etaria, coordinando sus esfuerzos; el punto es que los resultados de sus afanes, por así llamarlos, son decepcionantes. Un factor de notoria relevancia para el presente y el futuro de las nuevas generaciones es el de la capacitación laboral, de la que se encargan tanto el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) como el Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral (Sinafocal), dependientes ambos del Ministerio de Trabajo dirigido por Mónica Recalde De Giacomi. Estos organismos, que básicamente hacen lo mismo, deberían coordinar sus labores para reducir los gastos administrativos. La duplicación de funciones eleva los costos burocráticos y diluye las responsabilidades, en beneficio de la clientela política y en detrimento de quienes deben ser preparados para desempeñarse con eficiencia en el mundo laboral.
Es obvio que quienes están alejados del trabajo y de la educación pueden caer en la tentación de consumir estupefacientes y de perpetrar delitos para comprarlos: la drogadicción castiga con fuerza a los “NiNi”, de modo que brindar a los jóvenes las herramientas necesarias para ingresar en el mundo laboral puede contribuir a alejarlos de ese pésimo hábito. Con toda evidencia, en materia de políticas públicas, hay mucho que hacer en pro de la juventud, dado que, entre otras cosas, el Estado debe fomentar la capacitación para el trabajo mediante la enseñanza técnica, a fin de formar los recursos humanos requeridos para el desarrollo nacional, según manda la Constitución. El presente y el futuro de la población joven depende mucho de ello. Aunque sea obvio, vale subrayar que los forjadores del Paraguay de mañana tienen derecho a ser capacitados hoy, para que haya igualdad de oportunidades y el país alcance el anhelado desarrollo económico y social.
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