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El BCP sustentó su decisión en el comportamiento del consumo, pero se creería que solo tuvo en cuenta aisladamente esa variable y ninguna otra. Las consultoras privadas, por ejemplo la brasileña Itaú Macro Latam y la fundación local Desarrollo en Democracia (Dende), son menos eufóricas. Todavía vaticinan un crecimiento considerable del orden del 3,5%, pero menor al que estaba previsto, lo cual confirmaría el proceso de desaceleración que ya comenzó en 2024.
Coinciden en el riesgo externo que supone la situación de incertidumbre global por la “guerra comercial” desatada por la agresiva política arancelaria de Donald Trump. Además del impacto directo que pueda tener esto en el país en el plano del comercio exterior, es previsible que se reduzcan sensiblemente las oportunidades de atracción de inversiones y de tasas más convenientes en la colocación de bonos, dado que se estima que ya se han perdido más de 10 billones de dólares en capitalización bursátil en el mundo.
Internamente, la sequía de principios de año afectó fuertemente la producción agrícola, lo cual normalmente tiene alta incidencia en la economía nacional y en el crecimiento, con una merma de aproximadamente 15% en la zafra de soja, el principal rubro de exportación. Otros afectados son, por ejemplo, el sésamo y los hortifrutícolas. Las últimas lluvias beneficiaron los cultivos de entrezafra, o zafriña, pero ello no será suficiente para compensar, y habrá que ver qué ocurre con el trigo, que se está comenzando a sembrar, ante la perspectiva de una persistencia del fenómeno de La Niña, con precipitaciones por debajo de la media.
En cuanto al consumo, los analistas consideran que, si bien está creciendo, lo está haciendo a un ritmo insostenible, porque está muy impulsado por el crédito, lo que debería tender a corregirse en el corto plazo.
A nivel macroconómico, el panorama es preocupante. Este año el déficit fiscal debe bajar al 1,9% del PIB y el año que viene volver al tope del 1,5%, de acuerdo con el cronograma de convergencia ya “estirado” por esta administración. Sin embargo, promediando un tercio del ejercicio, el valor anualizado sigue estando en 2,8%, aún por encima del 2,6% que (con ciertas dudas) se registró en 2024.
El compromiso de cumplir el plan de convergencia no solo es con la ciudadanía, sino también con los organismos internacionales y con las calificadoras de riesgo, que igualmente esperan una paulatina mejoría del ratio de la deuda pública en relación con el producto interno bruto, según lo manifestaron expresamente. Sin embargo, para ello se tendría que contraer el gasto público, y en la práctica ocurre lo contrario.
El viceministerio de Economía y Planificación informó que están en gestión nuevos préstamos por 1.580 millones de dólares, lo que se sumaría a los 1.200 millones que se tomaron en febrero con emisión de bonos soberanos en el mercado externo y una primera partida de 32,7 millones de dólares en el mercado local, en marzo.
Esto agrava todavía más el peso de los gastos rígidos, que consumen prácticamente la totalidad de los recursos ordinarios del Tesoro. En el primer trimestre de 2025, los seis componentes más importantes de los gastos financiados con “fuente 10” fueron, en este orden, remuneraciones básicas, deuda flotante de 2024, deuda externa, jubilaciones y pensiones del sector público (Caja Fiscal), otros servicios personales y remuneraciones básicas. Solo en el séptimo lugar aparece “medicamentos” y apenas una ínfima parte se utiliza en inversiones.
También hay inquietud sobre el programa monetario. La inflación de marzo fue del 1,2%, frente a una expectativa del 0,4%, y la variación interanual del Índice de Precios al Consumidor fue del 4,4%, bien arriba de la meta. Como siempre, lo atribuyen a cuestiones coyunturales, pero lo cierto es que los agregados monetarios pegaron un salto y alcanzaron récords históricos. Los billetes y monedas en circulación (M0) superaron por primera vez la barrera de los 20 billones de guaraníes y seguían en 19,4 billones en marzo, 7% por encima del mismo mes del año anterior.
Entonces, no se encuentran fundamentos para el exagerado optimismo de las autoridades económicas. O el Gobierno ve algo que los demás no, o directamente miente o está en una burbuja, alejado de la realidad.