Si continuamos así, vamos a estar peor

Nos han dicho que vamos a estar mejor, pero ha transcurrido casi un tercio del mandato de Santiago Peña y las cifras que divulga el propio Gobierno sugieren todo lo contrario. Si no fuera por el ciclo de crecimiento económico atribuible al sector privado, que no será eterno y, de hecho, ya se está desacelerando, todos los indicadores serían negativos. Si se estuviera aprovechando el momento de auge y lo poco que queda del envión inicial para llevar adelante las transformaciones que necesita el país, se podrían esperar frutos en el mediano plazo, pero nada de eso avanza tampoco. Este año será crucial, porque en 2026 comienza el período electoral y es probable que ya sea tarde.

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Los datos de enero en el “Informe de Situación Financiera” de la administración central son todos preocupantes. Es cierto que volvieron a subir las recaudaciones, 8,5% frente a enero de 2024, lo cual es en parte mérito de las autoridades fiscales, pero, fundamentalmente, efecto directo de la actividad económica privada y, en definitiva, más dinero extraído a la ciudadanía.

En contrapartida, el gasto público fue 41% superior al del primer mes del año pasado, el pago por intereses de la deuda pública pegó un tremendo brinco de 787,1%, las remuneraciones al personal subieron 9,7%, el gasto por uso de bienes y servicios creció 322,2% y las prestaciones sociales, 20,1%.

Como si fuera poco, hubo un repunte de la inflación interanual al 3,8%, superior al 3,4% de esta misma época del año anterior, lo que, si bien se encuadra todavía dentro de la meta, no deja de ser una señal de alerta. También persiste la tendencia alcista del tipo de cambio, lo que, a su vez, impacta fuertemente en otros componentes de las finanzas públicas, especialmente en el costo del servicio de la deuda, y hubo un retroceso en la balanza comercial, con caídas de las exportaciones en comparación con enero de 2024 y un déficit con tendencia creciente de 0,6% (105 millones de dólares), lo que podría no parecer muy significativo aún, pero que es quince veces mayor que el del año pasado.

Claramente, los números no muestran que estemos mejor, sino un deterioro en prácticamente todos los ámbitos de la administración pública. El Gobierno da explicaciones poco convincentes al respecto. Por ejemplo, justifica que el aumento en los gastos fijos se debe a adelantos de pagos de intereses, ajustes salariales y más personal en ministerios de Educación, Salud, Interior y Defensa.

Sin embargo, la realidad es que cada vez se paga más de deuda, pero el saldo del endeudamiento no se reduce, sino que no para de crecer. Ya trepó al 40,7% del PIB, a 18.083 millones de dólares según el último reporte, 2.518 millones de dólares por encima del que recibió Santiago Peña en agosto de 2023, cuando el saldo era de 15.565 millones de dólares y 35,1% del PIB. Recordemos que, en aquel momento, el actual ministro de Economía, Carlos Fernández Valdovinos, se quejó de que “nunca un gobierno (por el de Mario Abdo Benítez) había dejado una deuda tan grande”.

En cuanto a educación, los sueldos suben permanentemente, pero hace pocos meses se aplazó el 70% del plantel docente en una prueba de evaluación y no se tomó ninguna medida ni hay información de cambios profundos en el MEC. Las carencias en Salud son notorias y tampoco la población percibe una mejoría sustancial en seguridad, mientras cada vez surgen más indicios de que la mafia mueve los hilos del poder.

Y si ya es bastante malo que no estemos mejorando, sino empeorando, a pesar de condiciones favorables en la economía, que es lo que atenúa el impacto en la gente, lo es aún más el que no se vean señales de que se estén encaminando acciones para estar mejor en el futuro, especialmente cuando dichas condiciones se reviertan. Por ejemplo, el Gobierno señala que el incremento del gasto por prestación social se debe, entre otros factores, a las pensiones del sector público, pero se sigue postergando la reforma de la Caja Fiscal, cuyo déficit se duplicó el año pasado y se volverá a duplicar este año, en progresión geométrica, si todo continúa igual.

Asimismo, el Gobierno pone como su mayor logro de 2024 la obtención de “fondos sociales” en Itaipú por diferencia tarifaria, algo no solo secundario sino provisorio, que encima pone en aprietos financieros a la ANDE, pero en un año y medio no ha avanzado en la renegociación del Anexo C, mientras se siguen prácticamente regalando los excedentes energéticos paraguayos a Brasil.

La experiencia muestra que, en Paraguay, lo que no se hace en los dos primeros años de un gobierno ya no se hace. Eso es así por la dinámica del juego político. Las fuerzas comienzan a reagruparse, el Presidente pierde poder, le surgen disidencias u oposición incluso dentro de su propia corriente, se ve obligado a hacer concesiones y a priorizar el proceso electoral. Santiago Peña ha perdido un tiempo precioso. Si sigue de tour en tour y no se pone rápido a gobernar como corresponde, lamentablemente, vamos a estar peor.

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