¿El abrazo “más corrupto de la historia”?

Los dos grupos del Partido Colorado, hasta hace poco antagónicos y aparentes encarnizados enemigos, están de nuevo de luna de miel. Las acusaciones que se enrostraron en las instancias previas a las elecciones internas no ameritan pasar, como siempre, al campo de las anécdotas como si se tratara de rencillas entre candidatos a presidir seccionales o comités de barrios, sino que fueron formuladas en las más altas esferas gubernamentales y políticas, comenzando por el propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y el ungido candidato presidencial, Santiago Peña. Sus palabras fueron de gravedad inusitada, pero, lo más probable es que, como siempre, aquí no ha pasado nada.

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Los dos grupos del Partido Colorado, hasta hace poco antagónicos y aparentes encarnizados enemigos, están de nuevo de luna de miel. Aquí podría aplicarse aquello de “durmiendo con el enemigo”, pero las acusaciones que se enrostraron en las instancias previas a las elecciones internas no ameritan pasar, como siempre, al campo de las anécdotas como si se trataran de rencillas entre candidatos a presidir seccionales o comités de barrios, sino que fueron formuladas en las más altas esferas gubernamentales y políticas, comenzando por el propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y el ungido candidato presidencial colorado, Santiago Peña. Sus palabras fueron de gravedad inusitada, pero, lo más probable es que, como siempre, aquí no ha pasado nada.

El efusivo abrazo entre Santiago Peña y Arnoldo Wiens dice mucho acerca de la condición moral de ambos y de lo que el país debería temer si llegara a presidirlo el “ordenanza” –según el exministro de Obras Públicas– del “significativamente corrupto” Horacio Cartes, el mismo a quien Marito consideró “el mayor contrabandista de la región”, comparándolo incluso con el famoso capomafioso Al Capone. Sin haberse retractado ni disculpado mutuamente de las graves acusaciones intercambiadas en la campaña electoral interna, sellaron la unidad porque, según Santiago Peña, defensor del difunto Óscar González Daher (“Al árbol que da frutos le tiran piedras”), ambos comparten “valores como la lucha frontal contra la corrupción” (¡¡¡!!!).

Es de recordar que el último 2 de diciembre, el exliberal –hoy candidato presidencial colorado– dijo en Caaguazú que no había trabajado para que el actual jefe de Estado “lleve adelante el Gobierno más corrupto de la historia del Paraguay”, esto es, el que integró el exministro Arnoldo Wiens, a quien luego pidió que lo acompañe en los próximos meses. Días antes, este había afirmado en Coronel Oviedo que se mantendría a distancia del cartista para evitar “contagiarse de algunas cosas”, que no especificó: una muestra más de las palabras que se ha tragado con el gesto “republicano”.

Ni los dichos ni los antecedentes de Santiago Peña sugieren que si triunfara el 30 de abril, gobernaría con toda honestidad, sin responder a directivas ajenas. Lo que sí cabe esperar es que la “cicatrización” en curso se extienda durante algún tiempo al Congreso, impidiendo, por ejemplo, la necesaria destitución del ministro Antonio Fretes, apoyado por el cartismo, quien está ensuciando con su presencia la máxima institución judicial.

Dados los antecedentes, tampoco sorprendería que el Presidente de la República terminara olvidando haber dicho que no se abrazaría con quien hoy asume la presidencia de la ANR, gracias al voto y al dinero que, como se sabe, “no tiene olor”. Claro que no es indispensable que lo haga, pues la componenda podría darse –muy efectivamente– a través de los recursos estatales puestos a disposición de todos los candidatos colorados, si es cierto que el actual Presidente encabeza el Gobierno “más corrupto de nuestra historia”.

El diputado Derlis Maidana (ANR, cartista), que pidió su ayuda para lograr la unidad partidaria de cara a los comicios generales, afirma que el “abrazo republicano” responde a “los principios de la ANR”. En el estatuto se lee que son sus fines bregar por la vigencia de los derechos humanos, realizar acciones tendientes a asegurar a la ciudadanía una justa participación en el desarrollo cultural, social y económico, desarrollar una acción tendiente a enaltecer la democracia y desplegar energías para el desarrollo equitativo de la comunidad, mediante la admisión del pluralismo ideológico, enalteciendo el nacionalismo en pro de su identidad cultural.

Cuesta entender que la reconciliación vaya a fundarse en uno de estos “principios”, siendo mucho más probable que responda al afán de conservar el poder a toda costa, para seguir medrando a costa del erario. Lo confesó hace poco José Alberto Alderete, vicepresidente primero del partido y gestor de la famosa “Operación Cicatriz”: “Buscamos la concordia y la fraternidad para seguir reteniendo el poder. Los colorados tenemos vocación de poder y es mejor que sigamos discutiendo nuestras diferencias en el poder antes que en la llanura”. He aquí, pues, el “principio” fundamental, la razón de ser de este partido: todo lo demás son pamplinas.

Dado el nivel moral e intelectual de la dirigencia colorada, no debe asombrar que la ANR vaya a ser presidida por quien, según el Gobierno estadounidense, “obstruyó una importante investigación internacional sobre el crimen transnacional para protegerse a sí mismo y a su asociado criminal de un posible enjuiciamiento y daño político”, aparte de estar presuntamente ligado a “organizaciones terroristas extranjeras”. De hecho, al asumir el cargo hizo un llamado a la concordia colorada, que fue bien recibido por el auditorio, considerando las sabias palabras del “cicatrizador” de marras, sin perjuicio de que las riñas se reanuden a más tardar el 16 de agosto de 2023, si se salen con la suya: es que la torta del Presupuesto tiene sus límites, pero no así la voracidad de los comensales en expectativa. En estas condiciones, negros nubarrones se ciernen sobre nuestro país.

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