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Según el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, la Cumbre del Mercosur, a realizarse el lunes y el martes próximos en Montevideo, “va a estar entretenida”. Lo estará, sin duda, pues los coordinadores de Paraguay, Argentina y Brasil advirtieron a su par uruguayo, hace unos días, que dadas las negociaciones individuales de su Gobierno sobre acuerdos comerciales y la posible adhesión del Uruguay al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, sus respectivos países “se reservan el derecho de adoptar las eventuales medidas que juzguen necesarias para defender sus intereses en los ámbitos jurídico y comercial”. Una amenaza con todas las letras, con el Paraguay como furgón de cola.
Invocando el Tratado de Asunción y el Protocolo de Ouro Preto, el canciller paraguayo Julio Arriola sostiene que “tenemos que negociar siempre en bloque, consensuando opiniones”, en tanto que el presidente uruguayo, que en la Cumbre de julio último había dicho que Uruguay negociaría con China un tratado de libre comercio, incluso en solitario, afirma que a su país le asiste el Derecho Internacional. En última instancia, el entredicho responde a que los intereses de los socios pequeños del Mercosur, que no gozan de ningún trato preferencial para que al menos se atenúen los efectos del notable desequilibrio regional, distan de coincidir siempre con los de los grandes, tradicionalmente propensos a impedir, mediante altas barreras arancelarias, que los productos de extrazona compitan con los suyos en los mercados paraguayo y uruguayo. Ahora, nuestro país ha vuelto a someterse a los “grandes” del Mercosur, que tratan de evitar que el Uruguay se abra más al mundo para librarse del duopolio brasileño-argentino.
También al Paraguay le conviene –y mucho– la apertura comercial, contraria al proteccionismo que traba la libre competencia y premia la ineficacia: el Arancel Externo Común le cuesta caro al único país que se vio forzado a elevar notablemente el promedio de sus tarifas aduaneras, a desaprovechar sus ventajas competitivas comerciales, a limitar la diversificación de sus exportaciones y, en suma, a mantenerse en gran medida encerrado en el Mercosur. Hasta hoy, la membresía paraguaya en el bloque ha estado lejos de compensar estos graves perjuicios, ya que el acceso a los países vecinos no está exento de trabas contrarias al Tratado de Asunción. En lo que atañe a la cuestión energética, de vital importancia para nuestro país por ser el único que dispone de excedentes, la situación no puede ser más deplorable: no puede vender su electricidad a terceros países a precio de mercado, mientras Argentina vende al Brasil energía generada por la represa de Yacyretá. Hay mucha hipocresía en este proceso de “integración” regional.
También disgustaría a quienes ahora advierten al Uruguay que este país quiera acordar con China, pero resulta que en febrero de este año Argentina se adhirió por sí sola a la Franja y la Ruta de la Seda, promovida por el país asiático para estimular el flujo del comercio y las inversiones. Recuérdese también que durante su presidencia, Lula negoció acuerdos con China. El hecho de que se permita a un “grande” lo que no se permite a un “chico”, significa que hay una doble vara también empleada, lamentablemente, por el sumiso Paraguay. El Mercosur sirve más bien para encerrarlo, para aislarlo del mundo. Tendría que imitar al país de Artigas y esforzarse por llegar a acuerdos de libre comercio, mal que les pese al Brasil y a la Argentina. Si de lo que se trata es de optar entre el proteccionismo regional y el libre comercio internacional, está en el mejor interés de los paraguayos elegir la segunda alternativa, mientras el Arancel Externo Común no sea reducido o hasta eliminado.
En octubre, el canciller argentino Santiago Caffiero formuló reparos al acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur, señalando las “asimetrías” entre ambos bloques en cuanto a la producción y recordando que el hoy presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva había señalado la necesidad de preservar el empleo y la producción en nuestros países: Caffiero se olvidó de las “asimetrías” dentro del Mercosur y el brasileño aludió al proteccionismo salvador, el mismo que también sirve, hacia dentro, para mantener cautivos los mercados paraguayo y uruguayo, trabando el ingreso a precios competitivos de productos de extrazona, para mal de los respectivos consumidores. Por tanto, lo que Uruguay pretende no es descabellado, y Paraguay debe analizar con cautela lo que conviene a sus intereses.