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En julio de 2019, la Secretaría Nacional de Deportes (SND) anunció que, debido a la pandemia, el país renunciaba al emprendimiento; en octubre último, la decisión fue atinadamente revocada, pues hay motivos para suponer que lo invertido será fructífero en más de un sentido. Por de pronto, el positivo impacto económico, que se reflejará en una mayor recaudación tributaria, ya se ha hecho notar en la industria de la construcción, mediante los trabajos para remodelar o construir numerosas instalaciones deportivas, que luego deberán ser aprovechadas para el sano esparcimiento que favorezca la salud física y mental. La infraestructura legada tendrá un carácter permanente, siempre que se la conserve como es debido para fomentar actividades que alejen, sobre todo a los jóvenes, de prácticas viciosas o delictivas. Servirá, por supuesto, para la mejor preparación de los atletas paraguayos, en instalaciones adecuadas, para competencias internacionales futuras.
Es sabido que el deporte es un eficaz antídoto contra ciertas inconductas que causan estragos. Desde ya, es plausible que unos cinco mil de ellos estén cooperando con la SND y con el Comité Olímpico Paraguayo en la organización de unos juegos en los que participarán 576 atletas compatriotas, cifra relativamente elevada que sugiere que el deporte paraguayo no se reduce al fútbol.
Se les desea tanto éxito como al país entero, que tiene ahora la ocasión de demostrar que, pese a sus infortunios, ocasionados mayormente por autoridades y políticos indignos, está a la altura de un estimulante desafío, sin precedentes en el ámbito deportivo. Confiamos en que habrá de superar la prueba, lo que servirá para que esta sociedad se convenza de que también puede mejorar su presente cotidiano, aunque haya obstáculos tan considerables como la corrupción. Estos juegos no deben ser percibidos como una mera distracción, sino más bien como todo un reto a la capacidad del Paraguay de hacer las cosas correctamente, en este caso con la participación de sus hijos como hospitalarios anfitriones. Si los atletas merecen el aliento, los jóvenes altruistas que colaboran para que este acontecimiento tenga un feliz desarrollo ya se han hecho dignos del reconocimiento social; están mostrando así lo mejor de nosotros mismos, coadyuvando a que el país salga bien parado en esta coyuntura extraordinaria. Quienes desearon o desean empañar esta gran fiesta deportiva merecen el repudio ciudadano.
He aquí una excelente oportunidad para ganar fuerzas y advertir que no todo depende de cuanto hagan o dejen de hacer los gobernantes, dado que mucho está en manos de los gobernados, de su iniciativa para moldear su propio futuro y el de la comunidad, junto con los demás. En este contexto, resulta estimulante que, más allá del aporte financiero estatal y de la Odesur, y de la gestión de la SND, no sean pocos los ciudadanos amantes del deporte que, como los miembros del Comité Olímpico, están interviniendo en la organización del evento. De hecho, se trata de un emprendimiento colectivo del que saldremos airosos si los visitantes sudamericanos tienen una muy agradable estadía, gracias a la cordialidad de la gente.
Que el país se luzca en esta gran fiesta, sin que nada ni nadie la empañe: estará en la vidriera del deporte regional durante dos semanas, siendo de esperar que ofrezca una excelente imagen. Así será con la ayuda de todos.