Más deuda a costa de la gente en época electoral

El informe del primer semestre del Ministerio de Hacienda señala que el saldo de la deuda pública ya asciende a 14.450,3 millones de dólares, con un nuevo récord del 36% del PIB. Año a año se destina una importantísima porción del presupuesto a pagar capital e intereses de las obligaciones asumidas, pero estas, en vez de reducirse, no dejan de crecer. El monto y la tendencia son alarmantes, pero lo es más todavía el hecho de que la mayor parte del dinero se ha despilfarrado y continúa derrochándose en repartijas sin ningún retorno, en incrementos del gasto corriente, en financiamiento del déficit fiscal, y no en usos que contribuyan con el desarrollo nacional y beneficien a la gran mayoría, que es la que carga con la cuenta

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El informe del primer semestre del Ministerio de Hacienda señala que el saldo de la deuda pública ya asciende a 14.450,3 millones de dólares, con un nuevo récord del 36% del PIB. Año a año se destina una importantísima porción del presupuesto a pagar capital e intereses de las obligaciones asumidas, pero estas, en vez de reducirse, no dejan de crecer. El monto y la tendencia son alarmantes, pero lo es más todavía el hecho de que la mayor parte del dinero se ha despilfarrado y continúa derrochándose en repartijas sin ningún retorno, en incrementos del gasto corriente, en financiamiento del déficit fiscal, y no en usos que contribuyan con el desarrollo nacional y beneficien a la gran mayoría, que es la que carga con la cuenta.

Al inicio de la década pasada el Estado paraguayo debía 2.840 millones de dólares, o 10,9% del PIB. En poco más de diez años la deuda se quintuplicó en números absolutos y se triplicó en comparación con todos los bienes y servicios que produce anualmente el país, lo cual claramente indica que creció muy por encima de lo que generó en términos de crecimiento económico. Y nótese que este es el saldo, ya descontadas todas las amortizaciones realizadas en el período, por lo que en realidad los montos de los préstamos tomados en el lapso han sido muchísimo mayores y los resultados relativos, muchísimo peores.

Solamente considerando el incremento de ese saldo deudor, si esos fondos se hubiesen invertido bien y honestamente (como prueba de lo contrario, los proyectos viales cuestan en promedio siete veces más en América Latina que en Europa debido, principalmente, al factor corrupción) se podrían haber construido 40.000 kilómetros de carreteras, una distancia igual a la de la circunferencia de la Tierra. En cambio, Paraguay debe actualmente el equivalente de catorce presupuestos enteros del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones y, en contrapartida, tiene la peor infraestructura de todo el continente junto con Guatemala, Honduras, Haití y Nicaragua, de acuerdo con el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial

Con esta dramática disparada del endeudamiento hoy podríamos haber tenido más rutas, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, más líneas de 500 kV y mejores sistemas de distribución eléctrica para aprovechar nuestros excedentes energéticos y no tener que depender tanto de combustibles importados, escuelas en condiciones, más becas para nuestros jóvenes. Y si la gran excusa es la pandemia que hubo en el medio, entonces por lo menos deberíamos tener un sistema sanitario de primer nivel, bien abastecido y con el mejor equipamiento moderno en funcionamiento, pero evidentemente no es así y no es sorpresa, ya que, según las rendiciones de cuentas oficiales, menos del 15% del crédito contratado durante la emergencia se destinó efectivamente a salud pública.

Aunque contaron con la anuencia del Poder Legislativo, los mayores responsables de esta situación son Horacio Cartes y Mario Abdo Benítez, quienes ejercieron el Poder Ejecutivo e hicieron uso y abuso del reingreso paraguayo al mercado internacional de deuda soberana a partir del año 2013. El primero recibió el país con una deuda de 4.174 millones de dólares y lo entregó con una de 8.041 millones, prácticamente el doble. En lo que va del período de Marito ya se sumaron otros 6.410 millones de dólares. A este ritmo se llegará al 40% del PIB antes del término de este mandato presidencial, un valor que sobrepasa cualquier límite de prudencia.

Y mientras continúa barranca abajo y se agranda la bola de nieve, nada indica que se vaya a revertir el direccionamiento de esos recursos. Aunque nos quieran convencer de que son para fondear proyectos de inversión pública, la realidad es que son para no tener que recortar gastos de la burocracia estatal y para seguir con el carnaval de subsidios en el año electoral. De hecho, los puntos más concretos del último “plan anticrisis” presentado por el Gobierno son ampliar la subvención al transporte público, agregar a 17.000 personas a los programas Tekoporã y Adultos Mayores, y realizar un pago extra de Tekoporã en el segundo semestre (unas 200.000 familias), no por casualidad en coincidencia con las internas del Partido Colorado.

El Estado no genera recursos por sí mismo. Sus únicas fuentes de financiamiento son los contribuyentes y los usuarios de los deficientes servicios públicos monopólicos. Y como gasta más de lo que le ingresa, la diferencia la cubre con más deuda, que paga el conjunto de la ciudadanía. Por lo tanto, si sube el endeudamiento sin parar y no hay señales de racionalización y de mejora de la calidad del gasto público, es que le están metiendo la mano en el bolsillo a la gran mayoría de la gente.

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