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–“No hay que hablar de reforma agraria. Hay que hablar de desarrollo rural”. ¿Cuál es su teoría?
–Yo sostengo que el término de la reforma agraria siempre fue mal utilizado porque tiene que ver con conceptos muchas veces ideológicos o en todo caso erróneos. Al hablar de reforma lo que se quiere es desarrollar el campo, darle oportunidad a los campesinos para desarrollar la agricultura familiar y, a partir de ahí, crecer hacia una agricultura de renta.
–¿Por qué fracasó?
–En este caso nosotros tenemos una historia bastante triste. El campesino es sinónimo de gente pobre. Sus hijos ya no quieren pasar lo que pasaron sus padres, sin posibilidad de acceder a estudios. No tienen para pagar. De ahí creo que se origina el problema que hay que subsanar mentalmente. Yo digo que hay que rebobinar. Hay que ponerle un chip nuevo a las cosas, redefinir al agricultor, que no sea un mero ocupante de tierra nomás.
–Para los dirigentes campesinos el problema es la tierra.
–La tierra no es el problema. A través de la Unión de Gremios de la Producción (UGP) habíamos hecho un estudio. Descubrimos que el Gobierno compró tres millones de hectáreas en los últimos 70 años destinado a los campesinos. Ni la mitad está ocupada por ellos. Está en manos de latifundistas.
–¿Un ejemplo?
–En todo el país es así. Por ejemplo, en el año 73 o 75, en Campo Aceval (Presidente Hayes) se compraron 18.000 hectáreas para una colonización. Hoy, la Cooperativa de Campo Aceval tiene casi 2.000 habitantes y no hay tierra. Se hizo la distribución de tierras, se hizo la colonización y sin embargo no se hizo ningún proyecto de desarrollo rural. El proyecto de desarrollo rural debe contemplar, en primer lugar, el acceso a la tierra; en segundo lugar, el acceso a tecnología; en tercer lugar, el acceso a financiación; en cuarto lugar, el tema de la asistencia técnica. Ya no podemos hablar de desarrollo rural si no utilizamos tecnología. Hay que olvidarse que el pequeño productor tiene que regresar a una tecnología de 1920. Sin una política nacional de desarrollo rural jamás vamos a llegar a un resultado sistémico.
–¿Qué es lo que obstaculiza el desarrollo rural?
–Hay innumerables proyectos con los campesinos o con los pequeños productores, muchas veces son oenegés (organizaciones no gubernamentales) u organizaciones que vienen de afuera. Vienen con dinero, tres, cuatro, cinco millones de dólares, hacen su propio programa, no concuerdan con la política nacional de desarrollo y los propios municipios, gobernaciones y ministerios les dejan hacer lo que se les antoja. Las oenegés se van al cabo de tres, seis, diez años y la organización muere. Por eso, creo que tenemos que fomentar más el tema de las pequeñas cooperativas.
–Se dice que los paraguayos no quieren trabajar y que esa es la diferencia con los extranjeros...
–Es mentira que los paraguayos no quieren trabajar. Trabajan mucho si se les da oportunidad de progresar. El 90% trabaja muy bien. El productor paraguayo es un gran trabajador. A eso voy. Hay que asegurarles un buen precio equitativo a través de una empresa o una cooperativa o como sea. Yo estimo que si se invierte el 50% del dinero que el Estado gasta en subsidio, los pequeños productores van a pasar al frente, supongamos que se subsidie los intereses en todo caso, al 3%, 4%, 5%. Hay que darles oportunidad de acceder a créditos equitativos, nada gratis. Gratis en esta vida no hay nada. No hay que regalar nada a nadie. Se puede subsidiar los intereses pero más no.
–¿Se puede predecir que ese proyecto Guahory, así como pasó con el proyecto Curuguaty después de la caída de Lugo, va a fracasar?
–Totalmente, igual que el experimento Ñacunday. Los dirigentes campesinos dicen: “Nosotros queremos tierra para desarrollar”. ¿Para qué se le da tierra a la gente que no quiere trabajar o a la gente que no sabe absolutamente nada de agricultura? Muchos de los beneficiados ni siquiera son campesinos. Son cualquier gente de Ciudad del Este o de sus alrededores, gente que nunca vivió ni va a vivir en el campo. Son seudoproductores, agentes de la política o gente ideologizada a la que no le interesa producir. Hay que hacer un proceso de sinceramiento para independizar a los productores de los inescrupulosos que los utilizan, que los manipulan hasta que los tiran como desechos después de las elecciones. Resulta que una vez que los productores se independicen ya no van a depender más de los sinvergüenzas. Ese yugo es el que hay que romper para entrar en el proceso de desarrollo rural real.
–¿Cuál es el concepto que tienen los campesinos de la reforma? La gente tiembla cuando vienen a la capital con su estribillo “reforma agraria, urgente y necesaria”.
–Yo no sé si tienen un concepto. No estoy seguro. No puedo yo juzgar. Esa consigna es mucho más un mensaje político que otra cosa. No es para beneficiar al trabajador rural. Mire quiénes son los líderes de las organizaciones campesinas y cómo viven para sacar conclusiones.
–¿Viven bien?
–Está demostrado que son operadores políticos, operadores de alguien. Entre ellos debe haber mercenarios, oportunistas, demagogos, qué se yo. Si realmente vamos a ir al grano lo que menos tenemos que hacer es polemizar o armar una guerra entre productores grandes y pequeños, entre ricos y pobres. El Estado tiene mucha tierra y solo falta que haya gente que quiera trabajarla. El tema está en desarrollar un proyecto que sea sostenible y sustentable en el tiempo.
–Además, las zonas rurales cambiaron desde los años sesenta a esta parte. La gente del área rural cambió. Del caballo se pasó a la moto, todos usan celulares...
–Cambió todo. Cambió mucho la agricultura. Antes el Gobierno daba facilidades para plantar algodón. Se usaba la azada, el arado tirado por bueyes. Hoy es una pérdida de tiempo y dinero seguir con esa práctica. Es atentar contra el bienestar...
–Dicen que los menonitas crecieron a partir de la vaca lechera, después de muchos fracasos en la agricultura. ¿Se puede combatir la pobreza a partir de la vaca?
–Sí. Está demostrado. Tenemos muchos productores hoy que venden leche. Se da vaca lechera a crédito. ellos tienen un ingreso diario que les da para el pan de cada día y reciben un precio equitativo por su producto. Pueden ganar fácilmente entre dos a tres millones de guaraníes al mes con cinco vacas. La vaca produce dinero todos los días. El campesino conoce muy bien el sistema de la lechera. No es extraño para él. Solo hace falta enseñar la técnica y la higiene. Finalmente lo que tenemos que buscar es gente que quiera trabajar y políticos que tengan que cambiar su manera de pensar. No existe nada gratis en esta vida. El que no trabaja no va a progresar nunca. Punto. Con el subsidio, el Estado enseña a crear haraganes y a ser esclavos de los políticos. Mientras no cambiemos esa mentalidad, no vamos a despegar.
Entrevista de Hugo Ruiz Olazar
holazar@abc.com.py