LOS LECTORES OPINAN

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Hace mucho tiempo comencé a trabajar en una empresa. Por entonces, para trabajar se debía contar con la Libreta de Salud. Durante algunos años me presentaba en el Ministerio de Salud para ser sometido a los exámenes correspondientes. Alguna vez me tomaron una radiografía del tórax, como parte de la campaña contra la tuberculosis. Otra, me quitaron una muestra de sangre para analizarla como prevención de enfermedades venéreas.

Luego, se simplificó el trámite. Iba a una ventanilla con mi cédula de identidad, pagaba y retiraba mi libreta, donde constaba que después de haber sido sometido a los exámenes de rigor, era apto para desempeñar mis labores (sin radiografías ni extracciones de sangre). Más adelante se facilitaron aún más las cosas. Una compañera tomaba la lista de todo el personal, a cada uno le pedía el importe del costo de la libreta (con un moderado plus) y uno o dos días después todos teníamos nuestras libretas de salud. Así el país estaba a salvo de las enfermedades que le eran endémicas.

Cuando cumplí 18 años, aparte de la Baja (Libreta del Servicio Militar Obligatorio), me exigieron la Libreta de Conscripción Vial. Aparentemente, todo ciudadano de entre 18 y 45 años estaba obligado a trabajar unos días al año para la construcción de caminos o pagar el tributo de exoneración. Nadie sabe cuántos kilómetros de caminos se llegaron a construir con la Conscripción Vial. Lo más seguro es que se hayan hecho en las fincas de los afortunados jerarcas de la época o bien los tributos abrieron el camino para el rápido enriquecimiento de quienes apoyarían al mandamás de entonces, hasta las últimas consecuencias.

Hoy se presenta un nuevo zoquete por el cual todos pelean (empresarios, municipios, Opaci, Policía Caminera, Dinatran, etc.): la Inspección Técnica Vehicular.

Los objetivos son loables: reducir el riesgo de accidentes de tránsito, obligando a quienes posean automotores a mantenerlos adecuadamente, y cuidar nuestro tan maltratado medio ambiente. Objetivos tan primordiales como prevenir enfermedades o construir caminos.

Pero, aparentemente, todo quedará en ‘agua de borrajas’. Estoy casi seguro de que a pesar de la Inspección Técnica Vehicular, seguirán circulando y matando gente los buses chatarra, automóviles y motos sin luces, etc., y contaminando el aire los vehículos que humean como una ‘parrillada’. Amén de que circularán cientos de otros vehículos sin la inspección, con la ‘vista gorda’ cómplice de quienes tienen que hacer cumplir la ley. Quizás digan que soy exagerado, pero... ¿cuántos automóviles, ómnibus, motos, etc., circulan hoy día sin las correspondientes patentes (chapas)? ¿Cuántos buses chatarra con medidas judiciales cautelares? Resumiendo: la Inspección Técnica Vehicular será un impuesto tan inútil como lo fueron en su momento la Libreta de Salud y la Conscripción Vial.

Roberto Giménez Idoyaga

Volver al mosquitero

No considero que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero sí vale la pena rescatar aquellas costumbres del pasado que son efectivas y, además, son sencillas y lógicas. Me refiero en este caso al uso del mosquitero para dormir. Especialmente, en el caso de las personas que ya están enfermas de dengue. Protegiéndose de esta manera los enfermos del dengue evitan volver a ser picados por mosquitos, que luego contagiarán su enfermedad a otras personas sanas.

El simple uso del mosquitero puede ser de mucha utilidad y por eso creo que se debe insistir en preservar esta sana costumbre, que además no requiere más que de una inversión inicial, que es el costo mismo del mosquitero. Lo comparo con los insecticidas de diferente clase, que representan un gasto fijo y que a la larga no sabemos si no generan un efecto nocivo sobre la salud. En todo caso, lo mejor tal vez sería superponer cuantas medidas de prevención podamos.

Juana María García

Óscar Tuma

“Por qué no ahorramos plata y tiempo al país y dejamos que Horacio asuma la presidencia en lugar de ir a unas elecciones innecesarias” (sic) tuiteó el a estas alturas célebre por sus grandes metidas de pata y su ignorancia supina, Óscar Tuma. Estamos hablando de un profesional del derecho y parlamentario (hacedor de leyes) que propone orondamente desconocer todas las reglas democráticas e imponer un gobierno de facto. Y no pasa nada. Es lo peor.

Incluso quienes no apoyábamos a Fernando Lugo pudimos ver que este Tuma, como acusador en el juicio político, demostró tener muy pocas luces y ninguna capacidad de argumentación. Pero esta estocada a la institucionalidad merecería al menos una llamada de atención de las instituciones democráticas.

Julio Rodríguez

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