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La conciencia tradicional
Cuando hablamos de conciencia, la gente habla en dos sentidos principales. Algunas usan el término para referirse a una especie de voz interior que les dice e indica lo que deben hacer y lo que no deben hacer; o, si no es una voz, a un sentimiento que con frecuencia se sitúa (metafóricamente) en el corazón o en la boca del estómago. Según este punto de vista, los dictados de la conciencia son datos algo dados más bien que el producto final de un proceso de consideración racional de las características moralmente relevantes de la situación. Incluso, usando la palabra en este sentido, es posible decir:
“Hay sólidas razones morales para romper esta promesa, y las que a ello se oponen me parece mucho más débiles, pero aun así, mi conciencia me dice que estaría mal romperla”.
Si alguien dice algo semejante, podemos sospechar que hay alguna explicación psicológica para los juicios de su conciencia (quizá cuando era pequeño su madre le inculcó con insistencia el santo horror de no cumplir una promesa, fueran cual fuesen las circunstancias y consecuencias)
Esta sería una especie de “conciencia tradicional”.
El ciudadano, ¿debe alguna vez, aunque sea por un momento, o en el mínimo grado, abdicar de su conciencia en favor del “gobernante o líder”? ¿Por qué entonces, todos los hombres tienen conciencia?
Creo que debemos ser hombres primero, y solo después súbditos. No es tan deseable cultivar el respeto por el derecho, como por lo que es correcto.
Jesús Manuel Román
Parque Solidaridad
Este espacio inaugurado un 17 de enero de 2013, que según el exministro del gobierno de Federico Franco costó un millón de dólares, hoy presenta un panorama desolador y desordenado. El control del acceso al lugar se ha declarado absolutamente so’o, puesto que los famosos y siempre impertinentes motoqueiros, conocidos en toda la capital por carecer absolutamente del más mínimo apego al reglamento general de tránsito (sin cascos, chapas, documentos, manejando sobre veredas y a contramano en cualquier parte) ingresan al “parque” pasando más allá del sector destinado al estacionamiento, provocando así un peligro constante para todos los ciudadanos que desean ir a caminar, respirar, jugar en familia o simplemente meditar aprovechando el sosiego que ofrece el lugar pegado a la orilla del río Paraguay.
También en otras oportunidades he observado cómo camionetas ingresan por todo el predio para luego atravesar a una propiedad de la Aduana lindante al parque. Los militares de la entrada controlan las bauleras de los autos para el ingreso (me parece correcto que lo hagan) pero increíblemente dejan pasar a estos inadaptados en motos sin controlar hasta dónde ingresan.
Freddy Almada
El rey de la roña
Los asuncenos deberíamos coronar al intendente Arnaldo Samaniego como el “rey de la roña”. ¿Para qué gastar miles de millones en una costanera que luego no se va a limpiar? ¿No siente vergüenza o asco este señor?
Cualquiera que haya ido a las playas brasileñas sabe cómo valoran y cuidan este recurso. Y así haya habido dos millones de personas en la playa en la noche anterior –como ocurre en Río en Año Nuevo– al salir el sol la arena está impecable. Bueno mejor no le doy ideas al “rey”, porque es capaz de ir a hacer un curso de dos semanas a Ipanema, con el cuento de que debe aprender cómo barrer.
Rubén Vázquez