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Mediante las simulaciones que realizaron sobre productos del Índice de Precios del Consumidor (IPC), el equipo técnico del BCP determinó finalmente que existe una ventaja competitiva y de ahorro del 29% en la compra de estos bienes en la ciudad de Clorinda, Argentina, explicó Miguel Mora, gerente de Cuentas Nacionales.
El ahorro se da considerando la compra solo de aquellos productos de mayor demanda en el IPC, incluyendo harina, carne, azúcar, aceite, combustibles, leche, queso, condimentos, productos de limpieza, entre otros (ver cuadro). El peso de estos productos en la canasta es aproximadamente 26%.
En valores absolutos, una persona cuyo presupuesto de gastos es de G. 1.000.000 para comprar esta canasta de productos en Paraguay, en la ciudad de Clorinda, Argentina, gasta 726.619. Esto implica un ahorro de G. 273.381.
Por otra parte, la segunda simulación utilizada por los técnicos, fue basado en diferenciales de precios y no condicionados por una canasta específica de productos. O sea, aquel comprador que busca la ventaja competitiva en los mejores precios y que no se mueve por una lista específica de productos.
Utilizando este simulador, los técnicos de la banca matriz encontraron un diferencial de precios del 42% respecto a los precios locales. Así, con una compra equivalente a 1.848 pesos argentinos, unos G. 905.520 al cambio actual (G. 490), el consumidor se ahorra unos G. 649.804, ya que en el mercado local la compra de los mismos productos significaría una erogación de G. 1.555.400.
Contrabando y consumo
Los técnicos del BCP reconocieron que las ventajas de precios en el vecino país direccionaron el consumo local, y ante la imposibilidad de los empresarios paraguayos de competir con estos precios, el contrabando ganó mayor terreno.
Coinciden igualmente en que el consumo no se deterioró, sino por el contrario, el consumidor paraguayo busca otras opciones más ventajosas.
¿Por qué la diferencia?
Según la explicación de los técnicos, el diferencial de precios tiene dos explicaciones fundamentales: el subsidio que aplica el Gobierno argentino a ciertos productos para su consumo local y, principalmente, la devaluación del peso argentino.
El peso se devaluó alrededor del 35% respecto al dólar estadounidense.
Los comerciantes argentinos, para no perder en el cambio, lo acompañan con incrementos de precios.
No obstante, la tasa de inflación en el vecino país, que ronda el 26%, tampoco es suficiente para competir con la devaluación de su moneda.
Considerar esos dos elementos para que el mercado sea más competitivo es algo absolutamente inviable, señalaron los técnicos BCP.
El subsidio, porque genera gastos al Estado y puede aumentar el déficit y la depreciación de la moneda, dará pie al incremento de la inflación, que finalmente recaerá sobre el consumidor.