Refundación aurinegra

“Hay que refundar Olimpia”, frase célebre del histriónico profesor Daniel Córdoba allá por el 2005, ¿la recuerda? Hoy muchos aficionados la utilizan para la APF y nuestra selección nacional, que continúa estancada y con una visible incertidumbre sobre la imperiosa acción de sacar la cabeza del agua, ya que hasta ahora nadie parece ser capaz de realizar ese movimiento de salvataje.

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Pero la Albirroja da para muchas páginas que seguramente serán escritas en el futuro, porque hoy nos ocupa Guaraní, club que futbolísticamente retrocedió varios años, cuando parecía haber encontrado el camino.

Es que este Guaraní nos acerca a aquel del Gato Leeb, Beto Almeida, Ivanovic, el Chavo Díaz o el más cercano Fabricio Bassa, el de las contrataciones inexplicables, de los entrenadores mediocres y los planteles ambulantes, en los que de semestre a semestre el cambio era total, con diez jugadores que llegaban y se iban sin dejar nada, con la misma facilidad con la que se dejaba de pelear prontamente los torneos.

Una pena, porque entre Jubero y Garnero, el aurinegro recuperó la jerarquía perdida, peleó todos los títulos y hasta fue semifinalista de Libertadores en aquella recordada serie frente a River Plate.

Fue justo en aquellos años en los que la institución transfirió casi en fila india al Conejo Benítez, Santander y el Queso Fernández, formador, vendedor y competitivo, cumpliendo con las premisas del éxito que sigue todo club de élite.

El título con Garnero siguió marcando una senda exitosa, certificando que la administración había obtenido un masterado tras tantas frustraciones, y Guaraní se convirtió en un rival con poder real a la hora de pelear cada título nacional.

Pero, llegó la hora de las movidas extrañas, y el club se desprendió de sus mejores figuras, los casos de Camacho y Rolón, en plena disputa de la Copa 2017, en una acción que supuestamente seguía formando parte de la estrategia de convertirse en una institución netamente vendedora.

Tan vendedor se volvió Guaraní que transfirió a Olimpia a su entrenador, cláusula de por medio, a su arquero y al mismísimo gerente, esto último sin precedentes en el fútbol local. 

Y cuando se juega con fuego, el peligro es quemarse, con Federico apartado hace rato, Carlos dando un paso al costado, lo que era la “administración de los Acosta”, hoy solo encuentra a Juan Alberto, al mando de un duro momento en el cual por lo menos deberá refundar un plantel que pareció armado por el enemigo.

A una fecha de terminar la primera rueda, el aurinegro está fuera de todo y con un conjunto en el que cuesta elegir un rendimiento aceptable.

Generoso Guaraní, al darle la oportunidad a un DT primerizo como Sebastián Saja, que contará que en sus primeros pasos en su nueva profesión eliminó a un equipo venezolano y estuvo apenas un gol abajo del Júnior de Colombia en el mata a mata para acceder a la fase de grupos.

Y si Saja fue un problema, que indiscutiblemente lo fue, el exarquero dejó varios problemas a resolver por la dirigencia aurinegra.

Un plantel numeroso, que debe tener su costo y con jugadores que piden a gritos la rescisión, desde sus grises rendimientos, poco compromiso y nula proyección. 

Si hablamos de proyección, Rojas y Bogarín, que parecían ser los nuevos créditos del club, hoy forman parte de un montón que ni siquiera pueden alcanzar los seis puntos.

Guruceaga ataja una de cada tres pelotas que van a su arco y de ninguna manera puede ser más que Centurión.

Cáceres y Cabral son pasajeros de un tobogán sin peajes ni fin, y lo de Imperiale no tiene sentido ni explicación, recordando mucho a aquel brasileño llamado Michel Jordan, abonado a mirar desde Preferencias cada partido, debido a sus tremendas limitaciones.

Bartomeus fue rescatado desde el archivo más amarillento, y hoy luce aún más lento que años atrás, lo que ya es mucho decir.

¿Quién recomendó al peruano Guerrero? ¿qué pasó con Morel? de muy buena Copa Libertadores, para permitir que el joven mire desde el banco el desempeño de un doble seis tan lento como el que componen Videla y Oviedo.

Estamos hablando de un plantel que necesita una refundación, en el que Pablo Velázquez dejó pasar una nueva oportunidad de mostrarnos las virtudes que le conocimos varios años atrás.

Contra Cerro la táctica fue esperar, no salir a lo loco como en la época de Saja, y el resultado fue el mismo, una sonora goleada en una pésima campaña a la que ya no estaba acostumbrado el hincha aborigen. 

Impera la refundación del plantel, un plantel que justificó el fracaso de Saja porque no entendían el “método europeo” que trató de imponer el argentino. 

Un método que nadie supo explicar en qué consistía, demostrando la falta de brújula, ya que el fútbol es universal y uno se resiste a creer que Saja dirigía en inglés o francés los entrenamientos, ante un desprevenido grupo de jugadores imposibilitados de entender las indicaciones en esas lenguas tan extrañas. 

Una pena por Guaraní, que parecía haber encontrado un norte y hoy no se sabe en que punto cardinal se encuentra, en un semestre en el que lo más lindo para el hincha fue la camiseta negra retro, en homenaje a aquellos que ganaban cosas importantes y comenzaron a hacer grande al club de Dos Bocas.

Hoy Guaraní, como no pasaba hace años, exige una refundación del plantel de Primera, y sus dirigentes tienen la palabra, la muñeca y la lapicera, para dejar rápidamente atrás este negro semestre, tan negro como esa hermosa camiseta, que sin ninguna duda, fue el logro más importante de este 2018.

federico.arias@abc.com.py

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