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Este conjunto de elencos viene uniendo fuerzas desde hace varios años para reponer o también rescatar zarzuelas paraguayas que han dejado de representarse. En este caso “Paloma Pará” data de 1964, y más de 50 años después vuelve a encontrarse con el público.
Setenta artistas (según datos de producción) se reunieron esta vez en escena bajo la dirección general de José Mazó y la dirección musical de José Andrés Benítez, para contar una historia que se centra en el bar de Rogelio, al que llegan los habitantes de un pueblo y por donde pasa Lucila (Paloma Pará), de quien él está enamorado. Esta pareja tiene sus idas y venidas, cuando llega un tercero a “mover el avispero”.
Al respecto de la puesta a la que asistimos, el viernes pasado, se pudo ver un elenco cuya energía principal emanaba de los principales como Sebastián Castelo (Rodolfo), Teresa Jiménez (Paloma Pará), Jorge Delvalle (Rogelio), Matías Miranda (Don Licci), Osvaldo Marín (Timoteo) y Diana Fernández (Romualda), quienes desplegaron buenas voces. Pero a la hora de ensamblar a tantos artistas, entre bailarines y actores/cantantes, esa amalgama no se sentía tan pareja, sobre todo en los cuadros donde había una gran cantidad de personas sobre el escenario.
El libreto, aunque sencillo, a veces peca de muy edulcorado. Las bromas no son tan ingeniosas pues se recurre mucho a la sobreactuación para hacer reír a la gente o a chistes sobre el aspecto del cuerpo de alguien (por ejemplo). Otro punto a discrepar es la extensión de la obra: más de dos horas y media, lo que hacía que justamente suceda ese desbalance de energía, al carecer de dinamismo.
La música en vivo de la orquesta dirigida por Germán Recalde sonó pulcra y bien ajustada. Con la escenografía y el vestuario se notó esmero, más siempre puede ser mejor, cuidando al máximo cada detalle para que luzca todo más profesional, ya que se presenta como una producción de elencos profesionales.
Dicho esto y sabiendo que este género musical que proviene de la zarzuela española y muestra las costumbres y modismos de un tiempo específico, aplaudo que esta generación quiera conservar esta y otras obras. Pero es más necesaria una generación que no busque repetir esquemas, sino que tenga sed de otras miradas o que realice otra clase de lecturas sobre obras que ya existen, y que así nos motiven, nos inquieten y nos lleven a reflexionar, aprovechando el talento que existe.
La zarzuela paraguaya suma dentro de la variedad y sirve como entretenimiento, pero buscándole un mensaje pareciera que sus ideas están desfasadas con nuestra realidad, pues en tiempos tan revoltosos siempre hay que ir más allá, siendo el arte una herramienta imprescindible para generar debates sanos y hacer crecer a una sociedad. El arte de manera convencional nos dice cosas, y eso es válido, pero el arte que rompe estructuras es aún más poderoso.
victoria.martinez@abc.com.py