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“Estoy extremadamente orgullosa de que la reina (Isabel II) me haya nombrado Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico. Recibir este honor cuando se acerca mi 101 cumpleaños, es el más gratificante de los regalos”, afirmó la actriz en una breve declaración.
Su servicio a la interpretación es la razón por la que se le ha concedido este nombramiento, que hace de ella la mujer de más edad en recibir este honor y que ha servido además para tener un testimonio de una actriz que se apartó de los focos de la fama en 1956, cuando se instaló en París.
Desde entonces vive cerca del Bois de Boulogne parisino y, más allá de sus espaciados trabajos en cine y televisión -lo último fue el telefilme “The Woman He Loved”, en 1988- sus apariciones públicas han sido pocas y muy elegidas y han servido para demostrar la agilidad mental que conserva pese a su edad.
En 2003 se encargó de presentar un homenaje a los pasados ganadores de los Óscar con motivo del 75º aniversario de estos premios. El auditorio al completo del Teatro Kodak de Hollywood la recibió en pie y con una larga ovación mientras sonaban los compases de “Lo que el viento se llevó”. “Es una noche memorable para mí como lo fue una de hace 53 años -cuando ganó su segundo Óscar por “The Heiress”. Mucho ha cambiado en nuestro mundo desde entonces pero lo que no ha cambiado es nuestro amor por las películas y la habilidad que tienen para inspirarnos y ayudarnos en las épocas difíciles, dijo una emocionada De Havilland (Tokio, 1916).
Fue su última aparición pública. Posteriormente solo ha concedido algunas entrevistas, la última el año pasado cuando llegó a los 100 años, aunque vía email por sus problemas de audición y de visión, publicada en medios británicos.
Habló de la enemistad con su hermana Joan Fontaine (1917-2013), a la que llamaba “Lady Dragon”.
Tenía, aseguró, “algunos problemas de percepción” que le hacían reaccionar de forma “injusta y dañina”. Decía que el secreto de su longevidad está en “el amor, las risas y el aprendizaje” y sobre su interpretación más recordada, como la dulce Melanie de “Lo que el viento se llevó” (1939), aseguraba que siempre fue ese el papel que le interesó y no el de Scarlett O’Hara que anhelaban la mayoría de las actrices de aquella época.
Mantenía una buena memoria y un gran sentido del humor, el mismo que años antes le había llevado a afirmar: “Cualquier que oiga mi nombre tiene la clara impresión de que estoy bajo tierra desde hace años”.
Pero pese a ese olvido buscado, su figura sigue viva en la memoria de los cinéfilos, como ganadora de dos Óscar y como figura crucial del cine de los años 40 y 50, no solo por sus actuaciones, sino por ser una de las primeras intérpretes en desafiar el todopoderoso sistema de los grandes estudios.
Hija de un diplomático y abogado británico, Olivia de Havilland nació accidentalmente en Tokio y tras el divorcio de sus padres se mudó a California (Estados Unidos) con su madre y su hermana Joan, que elegiría el apellido de su madre para su nombre artístico.
De Havilland comenzó en el teatro para iniciar pronto un fructífero tándem con el galán Errol Flynn, con quien rodó películas tan populares como “Las aventuras de Robin Hood” (1938) o “Murieron con las botas puestas” (1941). De expresión dulce y amable, se convirtió en una actriz ideal para representar los papeles de chica buena que no ha roto un plato, encantadora en el trato y de gestos delicados.