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Es su primer disco solista, pero Marcela no está sola. En la ocasión se presentó rodeada de destacados músicos como el baterista Víctor Morel, los bajistas Ariel Burgos y Paula Rodríguez, el tecladista Rolfi Gómez y los guitarristas Adrián Pereira y Christian Peloux, quienes hacen de esta una experiencia musical completa.
Toda de blanco, la cantautora abrió el show al ritmo de “Tacumbú”, y desde el principio dejó bien en claro su pisada etérea. Casi como un ritual, sus movimientos de manos fluyen al ritmo de “Buena hierba”. Ambos temas cargados de mucha fuerza interpretativa.
Sigue con la balada rock “Hijo de pena”, donde su voz suena angelical como también poderosa. Entre tema y tema, la artista aprovechaba para transmitir mensajes positivos, de igualdad, amor, respeto y comprensión entre personas.
Con un rock pesado en “Mi cocina”, Marcela demuestra ser única y entrega todo su ser a la canción. Parece que la música sale de todo su cuerpo, no solo de su voz.
El show continúa con “En vivo y directo”, donde juega con su voz y podemos disfrutar de varias intensidades y contrastados matices.
Entre distorsiones de guitarras, los temas de Marcela navegan las aguas del rock como también otros con toques folclóricos, como el caso de “En silencio”. Salta sin esfuerzos de la intensidad de “Cambio de vida” a la calma de “Wakura”.
La cantante se despide con “Mojarme en el pecado” y “Hombre vampiro”, como un remolino que crece y con una voz sonando a veces hasta rasposa por tanta entrega. Su público quiere seguir escuchándola, por lo que cierra su show con “Lovesong”, de The Cure.
Marcela lo hace todo suyo, pone mucha pasión y es sincera. Este tipo de música merece la completa atención del público, ya que es un show para compartir con ella.