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“Los sacerdotes tomaron parte activa en la Guerra contra la Triple Alianza. No combatían con las armas, pero sí con su palabra, con su gesto. No solo llevaron el consuelo espiritual, sino que les hacían sentir a los soldados que combatían también por Dios, por la religión”, señala el autor.
Telesca dice que a la Iglesia le cupo un rol muy importante en el plan de Carlos Antonio López de lograr que la ciudadanía se identificara con la nación: “Tenía la idea de crear un Estado que estuviese a la altura de lo que acontecía en el resto de las repúblicas, pero necesitaba que su población se sintiera paraguaya. Este sentimiento será vehiculizado no solo por el ejército, sino también por la escuela y la Iglesia”.
Carlos Antonio López y, previamente, los cónsules volvieron a relacionarse con el Vaticano y presentaron un candidato al obispado. Abrieron la Academia Literaria para que volviesen a formarse los candidatos al sacerdocio.
Como primer rector fue nombrado Marcos Antonio Maíz, quien luego sería el obispo auxiliar de Basilio López, hermano del presidente.
“En cierta medida, es raro que el hermano del presidente sea el obispo. Pero Carlos Antonio López necesitaba una jerarquía que caminara a una con el Gobierno, y no podía darse el lujo de probar con desconocidos. Así, reanudó el cobro de los diezmos, pero serían cobrados por el Estado, no por la Iglesia.
Con el dinero recaudado se pagaba a los curas y se edificaban iglesias ”, nos cuenta Telesca.
“Una iglesia es el lugar donde el poder se manifiesta, se pone en juego, u otros dirían, se teatraliza. No es gratuito que en los frontis de las nuevas iglesias levantadas apareciera el escudo nacional, como en la misma Catedral. Así, López dispuso celebrar la jura de la independencia el 25 de diciembre, fiesta de la Navidad. Máxime cuando la jura había sido un 25 de noviembre. Se une la celebración religiosa con la celebración civil. Un 25 de diciembre había nacido el Mesías, y también la nación paraguaya”, manifestó.