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Según una estadística, el 75 por ciento del clero pereció en aquella guerra.
Todos los detalles sobre el proceso vivido por los hombres de la Iglesia durante la Guerra de 1864-1870 están insertos en un libro revelador: “El Clero”, de Ignacio Telesca, que aparecerá el domingo 13 con nuestro diario. Es el sexto volumen de la colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y la editorial El Lector.
De acuerdo con los datos provistos en 1961 por el padre Silvio Gaona, al comienzo de la guerra existían en el Paraguay 120 sacerdotes ordenados, de los cuales 17 murieron en el campo de batalla, 24 fueron ajusticiados, 46 desaparecieron durante la guerra y solo sobrevivieron 33 sacerdotes.
El clero colaboró desde el frente de batalla acompañando a las tropas como capellanes militares, comenzando con el mismo obispo Manuel Antonio Palacios; desde las parroquias animando el espíritu colectivo nacional, desde la prensa fortaleciendo el sentimiento patrio de la tropa y de la población y desde la oratoria sagrada, que era también patriota.
De acuerdo con lo que consigna Telesca en su libro, en una guerra que para el Paraguay se convirtió en “total”, el clero participó y colaboró como creía que tenía que hacerlo, al igual que el resto de la población. “Se entregó en cuerpo y alma a la causa nacional”.
Hay figuras que quedarán signadas por la controversia –afirma también el autor– como el obispo Palacios (fusilado el 21 de diciembre de 1868 en Lomas Valentinas) y el padre Fidel Maíz, quien sobrevivió a la tragedia y se dedicó luego a defender algunas posiciones personales que solo se podían explicar en el contexto de un tiempo de horrores. “Pero estos casos no deben hacernos perder de vista que el 75% del clero pereció en la guerra junto con el resto de la población”.
El padre Gaona, en su célebre libro “El Clero en la Guerra del 70” describía certeramente la suerte de los sacerdotes al lado de los combatientes. “Con el crucifijo en la mano y el verbo encendido de la esperanza divina, iban cerrando los ojos de los moribundos. Cuando no despedían a los muertos como ministros de Dios, cumplían oficio de enfermeros, camilleros, y después de sepultureros. De esta manera, igualándose por completo a la miseria a que había sido reducido el ejército paraguayo, iban sucumbiendo poco a poco los sufridos capellanes, víctimas del fuego enemigo, de las enfermedades, del agotamiento, de la miseria, a veces de las intrigas y otras veces de las injusticias”.
El libro de Telesca recoge las vivencias de aquellos sacerdotes que estaban imbuidos de la relación entre el Estado y la Iglesia y con ese bagaje cultural enfrentaron las crueldades de la Guerra contra la Triple Alianza.