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Sus ojos oscuros, su porte elegante y una sonrisa eterna hicieron de Sharif, fallecido el viernes a los 83 años, una estrella en el sentido clásico de un Hollywood que ya no existe, con una vida llena de glamour, romances, juego y excesos no siempre contenidos.
Un físico destacable que le abrió las puertas del cine de su Egipto natal, donde tuvo un éxito temprano desde que debutara con apenas 22 años de edad en “Shaytan al-Sahra“, de Youssef Chahine, tras graduarse en Matemáticas y Física en la Universidad de El Cairo.
Más de una veintena de películas en apenas ocho años le convirtieron en el actor de moda de Egipto, hasta que David Lean vio una foto suya cuando buscaba actores árabes para “Lawrence of Arabia” (1962). Su porte le convenció de forma instantánea para contratarlo y, aunque en principio iba a tener un pequeño papel, el director decidió darle uno de los personajes más importantes: el del líder árabe Shérif Ali ibn el Kharish. Por este papel consiguió su única nominación al Óscar, pero lo más importante es que fue su trampolín internacional
El éxito de “Lawrence of Arabia” permitió a Lean acometer un proyecto grandioso en todos sus aspectos, la adaptación al cine de la novela de Boris Pasternak, “Doctor Zhivago”, y desde el primer momento decidió que Sharif sería el protagonista, el doctor Yuri Andreyevich Zhivago. Un papel que pudo hacer cuando la Columbia, productora con la que tenía un contrato en exclusiva de cinco años, le “prestó” a la MGM, por tan solo US$ 15.000, como recordaba el actor con humor en 1999, en el Festival de Venecia.
Entre sus relaciones más famosas, la que mantuvo durante apenas tres meses con Barbra Streisand, a la que conoció durante el rodaje de “Funny Girl” (1968), o la que le unió a la francesa Anouk Aimée, con la que trabajó en “The Appointment“ (1969), de Sidney Lumet. “Un mes aquí, otro allí. Cuando estás trabajando en películas, conoces a una mujer y tonteas con ella para no aburrirte”, afirmó en una entrevista. Amor, juego –despilfarró auténticas fortunas en casinos–, bebida –reconoció haber bebido sin interrupción durante 48 horas junto con Peter O’Toole durante el rodaje de “Lawrence of Arabia”–, comida, todo tipo de placeres en una vida poco convencional, como él mismo reconocía.
Una vida dedicada a vivir intensamente y al cine, aunque nunca se vio a sí mismo como una celebridad.