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A Édgar Allan Poe se lo identifica con los relatos policiales y de terror. Tanto que se lo considera el padre de estas modalidades narrativas en la historia de la literatura contemporánea.
Sin embargo, “El escarabajo de oro” escapa al rótulo de “terror” o de “policial”, y pese a ello ocupa un lugar privilegiado en la obra completa de Poe. Es que en este relato –una verdadera creación maestra de su autor– prima la capacidad de razonamiento del protagonista, que asombra al lector, por sobre cualquier peripecia que tuviera el signo de la muerte o de la tortura sicológica.
Este de “El escarabajo de oro” es un Poe deductivo e inductivo que lleva su capacidad creativa al extremo de exponer al lector dos relatos concatenados: uno, el relato de la aventura en sí; otro, el relato del relato; el análisis en el que disecciona los hechos con una sutileza que une la metodología más cercana posible a lo científico con la percepción puramente sensorial.
Aquí, el misterio y el suspenso no corren hacia lo terrorífico, sino hacia el objetivo simple de descubrir cómo fue capaz el protagonista de localizar el fabuloso tesoro escondido por el pirata Kidd, tras lograr interpretar los códigos que el mismo capitán había dejado en un pergamino: un enigma de grafemas y signos ortográficos que llevaría a quien pudiera descifrarlo, al hallazgo de la fortuna.
Lejos de tener el carácter atormentado de sus demás narraciones, en “El escarabajo de oro” Poe se caracteriza por el rigor casi matemático de los razonamientos de su personaje principal y por la impecable precisión del detalle concreto, que hacen posible y lógica una historia que en principio parecía inverosímil.
“El Escarabajo de Oro” alcanzó celebridad y es uno de los cuentos de Poe más difundidos y leídos. El texto también ayudó a popularizar los criptogramas y la escritura cifrada.
En esta edición presentada por la Colección Clásicos Universales, “El escarabajo de oro” está acompañado por otro relato de Poe centrado en la resolución de un misterio que no se enmarca en el terror: “La carta robada”, en el que el protagonista es uno de los personajes creados por Poe y que figura en varias de sus obras, el detective Augusto Dupin, antecedente de Sherlock Holmes.