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VIENA (EFE, por Antonio Sánchez Solís). Klimt es recordado desde la realidad virtual, a la búsqueda de sus obras expoliadas por los nazis y a su influencia en el arte posterior.
Klimt tenía 55 años cuando falleció, dejando una obra que fue pasando desde un inicial historicismo hasta la antesala del expresionismo, y un movimiento artístico, la Secession, que supuso una ruptura hacia la modernidad.
El calendario de muestras arrancó el pasado 18 de enero en el Museo Leopold con “Viena alrededor de 1900”, en la que se recuerda el dinamismo artístico que se vivió en la entonces capital imperial. En ella que coexistían el modernismo de Klimt y Koloman Moser con el rompedor expresionismo de Richard Gerstl y Oskar Kokoschka.
Luego, entre junio y noviembre, este mismo museo dedicará otra muestra monográfica a Klimt. A partir del 7 de febrero, al día siguiente al centenario, el Museo de Artes Aplicadas de Viena (MAK) invita a pasear por el “Jardín Mágico de Klimt”.
Usando unas gafas de realidad virtual, el visitante podrá pasear por un mundo onírico creado usando fotos de alta resolución de los bocetos que Klimt hizo para los mosaicos del comedor del Palacio Stoclet de Bruselas.
Pero si hay un museo en el mundo que puede considerarse el hogar de Klimt, ese es el Palacio Belvedere, depositario de la mayor colección de cuadros del artista, entre ellos, iconos mundialmente famosos como “El beso” y “Judith”.
Coincidiendo con el aniversario, este museo ha reorganizado las miles de obras de sus fondos para conectar y relacionar mejor los ocho siglos de historia que recorren. Dentro de ese cambio, se presenta a Klimt integrado en el contexto de la generación de artistas y la época en la que vivió, y el famoso “Beso” ha sido recolocado en una nueva sala.
“Nuestro enfoque es dar a las muchísimas personas que quieren ver a Klimt algo más que un par de minutos frente a “El beso“, explica a Efe Stella Rollig, directora artística del museo.
Rollig asegura que, pese a ser un artista tan estudiado, Klimt es un ejemplo de que “en la historiografía y la recepción del arte siempre hay algo nuevo que conocer y experimentar”.
La experta afirma que Klimt pertenece a una generación de pintores que anunciaron la modernidad. Incluso su gusto por la ornamentación, reconocido especialmente por su uso de los dorados, tiene un gran significado más allá del elemento decorativo.
“Klimt es el único de su época que coloca de forma consciente el ornamento como un medio para la representación pictórica abstracta, con lo que fue, desde la perspectiva actual, enormemente progresista”, analiza Rollig.
Para entender mejor lo que supuso Klimt para el arte posterior, el Belvedere abre el 22 de marzo “Klimt no es el final”, con el foco puesto en el periodo posterior a 1918.