El domingo sale el tercer libro

El próximo domingo 13 los lectores podrán adquirir el tercer tomo de la colección “La guerra del Paraguay contra la Triple Alianza”, escrita por el arquitecto e historiador Jorge Rubiani. La obra acompañará la edición dominical de esa fecha y en la misma se abordan algunos de los componentes esenciales de la campaña.

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De esta manera el volumen tratará temas como los campamentos, la situación de la sanidad en cada uno de los ejércitos, el papel de los médicos y la disponibilidad de los medicamentos. Adicionalmente se “inicia” la campaña de Humaitá, la más larga y sangrienta de la guerra. La que dio lugar a las más grandes batallas y de las que fueron protagonistas los jefes y oficiales más prestigiosos así como el mayor número de protagonistas de ambos ejércitos.

La mayoría de los cronistas que se refirieron al número de víctimas que arrojó la contienda concuerdan –al menos– en un dato: que más personas perecieron como consecuencia de las enfermedades y las pestes que por la acción de las mismas armas.

Esta estadística –según Rubiani– se debió a la presencia de enfermedades en los campos de batalla y estas fueron –a su vez– producto de las malas condiciones de vida, de la exposición de soldados y civiles a la intemperie, de la falta de medicamentos y de una alimentación que pudiera calificarse de “normal”, tanto como de las demás carencias generales que impuso la guerra.

La aparición de las pestes tampoco puede atribuirse a la casualidad. La gran cantidad de cadáveres insepultos, las malas condiciones higiénicas de los enclaves improvisados y, consecuentemente, la enorme cantidad de bacterias que asolaban los campamentos y campos de batalla habrán aportado más de lo necesario para la emergencia de aquellos males y de su propagación.

Describiendo algo de esta desoladora experiencia, el historiador brasileño Fernando Baptista describía el paisaje tras la batalla de Tujuti, con estos siniestros colores: “Alrededor del mediodía, grandes nubes de humo se levantaron de los alrededores del campamento enemigo. Provenían de piras enormes formadas por millares de cadáveres de soldados, sin distinción de uniformes, nacionalidad y puestos, reunidos en póstuma confraternización. Al calor de las llamas, aquellos incontables cuerpos amontonados eran consumidos, retorciéndose y estirándose en reacciones macabras como si estuvieran hechizadamente vivificados como una legendaria Fénix resucitada”.

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