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El director también recurre a la estética cinematográfica del cine mudo, en blanco y negro, para representar esta historia que llegó a los cines españoles casualmente el mismo año en que El artista se alzó con el Óscar a la Mejor Película.
Los papeles del Rey y la Reina son cambiados por los de un famoso torero, Antonio Villalta, y una cantante y bailaora de flamenco, Carmen de Triana.
Maribel Verdú sobresale con su interpretación de la oportunista y malvada enfermera, que luego asume el rol de madrastra.
Al igual que en el cuento, la joven, encarnada por Macarena García, huye y es acogida por un peculiar grupo de (seis, no siete) enanos toreros. A pesar de las similitudes con la historia original, Berger opta por llevar a su Blancanieves por otro camino, condimentándola con elementos propios de la cultura española, y sin perder la magia del cuento de hadas.
La música de Alfredo Villalonga juega un papel fundamental en esta película, que transcurre con un ritmo ágil y bien llevadero.
La propuesta de Berger es un ejemplo contundente del poder de la imagen, y de que esta comunica mucho más que mil palabras.
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