Cargando...
De origen ucraniano (nació en Gallipoli), Isaac Kostianovsky, “Kostia”, nació el 2 de noviembre de 1911 y llegó de pequeño a la Argentina, junto a sus padres.
En 1922, año en que se inició la más larga guerra civil en el Paraguay –que duraría trece meses–, arribó a nuestro país, donde viviría en forma intermitente casi 60 años.
Se dedicó de joven al teatro y al periodismo estudiantil, viviendo entre 1929 y 1932 en la ciudad de Villarrica.
Según Carlos R. Centurión, Kostia “comenzó a escribir en periódicos estudiantiles que él mismo fundaba y dirigía: “El Pito”, “Combate”, “Claridad”, “Fibra”, etc.
Escribía versos epigramáticos y en prosa riente, amena y clara. Después contaron con su pluma diarios y revistas de la Asunción y Formosa”.
Casado en 1940 con Sofía Polnoroff, Kostia vivió también años de exilio, pero regresaba al Paraguay cuando lo dejaban hacerlo.
Trabajó más tarde en El Día y la revista Ñandé, para fundar, en 1973, junto al coronel Pablo Rojas, el vespertino Última Hora, del que fue director en sus años iniciales.
Los editoriales y la sección “El eco de la noticia” reflejaron toda su experiencia y talento.
Desde marzo de 1980, hasta su muerte el 16 de diciembre de 1981, Kostia escribió para “El correo semanal” del diario Última Hora casi un centenar de notables reminiscencias de la “belle epoque” paraguaya, con sus bares, sus burdeles, sus personajes y sus noches.
Don Isaac tenía una visión crítica de la sociedad, pero crítica en la mejor acepción de la palabra (“Examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular…”), lo que alimentaba con su humor muy especial, cargado de enorme calidad intelectual.
Kostia, como todo periodista de fuste, era un observador agudo, lo que le permitió escribir artículos de gran calidad literaria en los que consignaba el fruto de sus observaciones.
Esos artículos fueron recogidos en un libro póstumo “Comentarios ligeros y desprolijos” por Alfredo Seiferheld y su hija, Pepa Kostianovsky, editado por la Editorial Histórica.
Antiguos compañeros de redacción de Kostia afirmaban, tras su fallecimiento, que con él desapareció una escuela de periodismo, “cuyas puertas permanecieron abiertas durante medio siglo”.