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De acuerdo con lo señalado por Scavone Yegros, la actuación pública de Benjamín Aceval (1845-1900) fue la de un hombre en el que predominó la responsabilidad, la disciplina, la voluntad y, también, el equilibrio y la mesura.
Sus actos y servicios tenían un sentido, porque Aceval creía obstinadamente en el Paraguay. Lo dijo y lo escribió muchas veces, como cuando expresó en la memoria presentada en el arbitraje del Chaco, tras comentar que los paraguayos habían defendido su país contra la Triple Alianza hasta el último extremo: “Pero los pueblos que saben morir por su independencia no desaparecen, y el pueblo paraguayo tiene la firme y decidida voluntad de vivir; por lo que abrigo profunda convicción de que, a pesar de sus actuales desgracias y dificultades, nuevas generaciones vendrán a inocular savia fecundante en sus agotadas venas, y que lucirán para él días más felices, en que podrá cumplir dignamente la misión reservada a las jóvenes nacionalidades que han surgido del seno de esta virgen América”.
El arquitecto Alfaro
El próximo número de la Colección estará dedicado a la biografía del arquitecto Miguel Ángel Alfaro, referente ineludible de su profesión, uno de los promotores de la Facultad de Arquitectura, exintendente municipal y autor de monumentos que han quedado como testimonio de su creatividad. El libro, que aparecerá el domingo 28 con el ejemplar de nuestro diario, fue escrito por la arquitecta María Gloria González.
Miguel Ángel Alfaro (1898-1969) es uno de esos paraguayos que contribuyó al desarrollo del país desde su profesión, pero que con el transcurrir de los años ha sido olvidado por una sociedad que, influenciada por diversos factores, consideró que solo eran grandes hombres aquellos que lucharon en las guerras, dice en el prólogo del libro el historiador Herib Caballero Campos.
Agrega el prologuista que la arquitecta María Gloria González nos presenta la vida de un hombre que fue uno de los primeros en dedicarse a la Arquitectura en el Paraguay en el siglo XX, y cuya labor profesional ha marcado un hito en el desarrollo de los edificios y monumentos de la ciudad de Asunción.
Alfaro es hijo de un veterano de la Guerra contra la Triple Alianza y logró estudiar arquitectura en Italia. Tras su regreso al país se destacó como arquitecto con obras para familias asuncenas y posteriormente ejerció el cargo de intendente Municipal de Asunción.
Desde ese cargo dejó su impronta a la ciudad, entre ellas uno de los lugares públicos emblemáticos –hoy en día lamentablemente abandonado y deteriorado– la Escalinata de Antequera, proyectada bajo su dirección pero inaugurada bajo la intendencia del ingeniero Baltazar Ballario Buzzo años después.