Alón, una vida intensa

José de la Cruz Ayala pasó a la leyenda histórica por su seudónimo periodístico de Alón.

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Tuvo una vida corta, apenas 29 años, pero una trayectoria intensa en el transcurso de la cual dejó su impronta en la historia. Esto se ve reflejado en el libro que aparecerá el domingo.

La biografía de Alón fue escrita por Claudio Fuentes Armadans para la colección Personalidades Célebres, ABC distribuye todos los domingos.

Alón fue esencialmente periodista en un tiempo –finales de la Guerra Grande y los primeros años del siglo XX– en que el periodismo se ejercía casi en las trincheras de la política, de las posiciones ideológicas y de las vibrantes contiendas dialécticas. Tuvo posiciones siempre firmes, inclaudicables en defensa de sus ideas, lo que le costó la persecución política, la cárcel y el destierro.

Alón fue fruto del Colegio Nacional de la Capital, donde estudió como internado tras venir a Asunción desde su Mbuyapey natal, proveniente de una familia tradicional de la que también emergería otro grande de la historia nacional: su sobrino Eligio Ayala.

José de la Cruz tuvo como compañeros de aula, entre otros, a Cecilio Báez, Gaspar Villamayor, Héctor Velázquez, Gerónimo Pereira Cazal, Cleto Romero, Héctor Carballo, Facundo Ynsfrán, Basilio de los Ríos, Tristán Recalde y Rufino Mazó. Estos fueron los jóvenes de la primera camada del Colegio Nacional.

Su formación intelectual fue sólida, al tener maestros de la talla del Dr. Facundo Machaín.

El signo de la tragedia acompañó siempre a Alón. Su gran amigo y preceptor, Machaín, murió asesinado en la cárcel pública, el 29 de octubre de 1877. Estaba preso por haber asumido la defensa de los acusados del magnicidio del presidente Juan Bautista Gill, desde el 6 de setiembre de 1877.

Según el Dr. Manuel Pesoa, los estudiantes –entre ellos Alón– quebrarían a pedradas los vidrios de las puertas y ventanas de los entonces ministros de gobierno, hecho destacado por el periódico La Reforma en noviembre de 1877. Alón hizo entonces un juramento, que les recordó a sus compañeros de estudios en El Heraldo del 5 de junio de 1884. “Así es que cuando sepáis de cierto que la mano de Alón se haya manchado con la bolsa del mercader de conciencias, llamadle en un lugar solitario, en silencioso bosque, y allí sin más testigo que la naturaleza, dadle el golpe de muerte por haber faltado a su palabra”.

Lector dedicado, su lectura variaba desde los clásicos tanto grecorromanos como los del liberalismo, con predilección especial por la historia. Claudio Fuentes Armadas señala que Alón “devoraba cualquier libro que tratase sobre la Revolución Francesa, sea sobre Dantón, Robespierre o Los Girondinos de Lamartine”.

También conocía los textos de Jenofonte, Salustiano, Tácito, Plutarco, Rousseau, Voltaire, entre otros.

También recibió una importante inspiración de las obras de Emilio Castelar, sobre todo la “Fórmula del progreso”.

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