Los países de América Latina y el Caribe están atravesando una transformación silenciosa, pero de gran alcance: el envejecimiento de su población y el avance de las enfermedades crónicas alteran las bases sobre las que se diseñaron los sistemas sanitarios de la región. El cambio demográfico es vertiginoso. Para mediados de siglo, la proporción de personas mayores de 70 años se duplicará o triplicará en la mayoría de los países, un fenómeno que solo encuentra paralelo en algunas economías de Asia Oriental, de acuerdo con el reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Al mismo tiempo, las enfermedades no transmisibles (ENT) (cáncer, males cardiovasculares, diabetes, dolencias renales) ya aportan entre el 48% y el 80% de la carga total de enfermedades, conforme con datos del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME, 2022), y su peso seguirá creciendo.
Las cifras del último informe de Naciones Unidas confirman la magnitud del reto. Barbados, Chile y Uruguay lideran el ranking regional, con casi uno de cada cinco habitantes superando los 70 años en 2050 (19,8%, 19,5% y 17,5%, respectivamente), frente a tasas actuales cercanas al 10%. Paraguay parte de una situación más joven, con 3,9% de su población en ese segmento etario en 2020; aun así, la proporción trepará al 8,2% en 2050. El país superará a Guatemala (6,6%) y Honduras (6,9%), pero seguirá por debajo de Jamaica (13%) o Colombia (14,9%), así como de Argentina (13,7%) y Brasil (15,4%). En otras palabras, aunque el desafío paraguayo parezca modesto frente a los pioneros del envejecimiento, su ritmo de expansión es similar y exigirá respuestas fiscales y sanitarias acordes.
La presión financiera que acompaña este cambio es ineludible. Para los adultos jóvenes, el desembolso sanitario crecerá menos de 2% al año, pero en los mayores de 70 la tasa proyectada supera el 6% anual. Con un censo que envejece y una factura promedio que sube más deprisa en los estratos longevos, la factura global tenderá al alza incluso en economías con crecimiento moderado.

El componente epidemiológico refuerza la alerta. El gasto vinculado a ENT podría aumentar entre 1,5% y 4% anual, impulsado por el aumento de la esperanza de vida y el carácter crónico y, por ende, costoso, de estas patologías. En cambio, las partidas para infecciones, salud materna y afecciones perinatales caerán hasta 3% en términos relativos. Por tanto, la tendencia obliga a repensar la asignación de recursos: menos camas para enfermedades agudas y más presupuesto para control de factores de riesgo, seguimiento prolongado y tecnología diagnóstica.
Para Paraguay, donde el gasto sanitario per cápita ya es reducido frente a sus pares del Cono Sur, el reto radica en anticiparse. Como ya se mencionaba en ediciones anteriores, desde reformar la financiación (fomentando seguros contributivos y esquemas de copago progresivo), hasta impulsar la atención primaria preventiva y promover estilos de vida saludables son pasos urgentes.
Y en línea con el Banco Interamericano de Desarrollo, el mensaje es claro: sin reformas de fondo, los presupuestos sanitarios para la región quedarán rezagados frente a necesidades cada vez más complejas y costosas.
* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones