Al cierre del primer trimestre del año, la industrialización de oleaginosas alcanzó 717.659 toneladas, con una reducción del 5,3% frente al mismo periodo del 2024, cuando el registro ascendió a 757.591, según la Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro).
A partir de los datos que se tienen hasta el momento, la expectativa en el sector es que el estancamiento en el procesamiento o molienda de soja y sus derivados se mantenga para este año, que implicaría el quinto año consecutivo en el que la capacidad ociosa de las industrias aceiteras supere el millón de toneladas. “Todo esto a pesar de que en solamente uno de estos años (2022) se registró un problema significativo con la producción de la materia prima agrícola”, señala.
Añade que si no se realizan cambios significativos en las políticas públicas que permitan a las aceiteras competir en igualdad de condiciones con las fábricas de otros países, el panorama de “estancamiento” se mantendría o incluso empeoraría en los próximos años.
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En general, considerando el volumen de procesamiento acumulado, la Cappro señala que la utilización de la capacidad nominal de las aceiteras del gremio alcanzó el 61%, que implica una caída de 2 puntos porcentuales frente al registro del mismo periodo del 2024. “Si tomamos en cuenta que la expectativa es que esta campaña traerá consigo un resultado inferior en producción debido a unas condiciones climáticas complejas y que la competitividad de la agroindustria nacional sigue deteriorada, resulta difícil prever una modificación significativa en la situación actual de estancamiento que viene agobiando al sector en los últimos años”, subraya.
Divisas generadas por el complejo sojero
La venta al extranjero de productos del complejo soja (granos y sus derivados industriales) se ubicó en torno a los US$ 1.031,7 millones al cierre del tercer mes del año, con una caída del 17% en comparación cpm el mismo periodo del 2024.
Del valor total de las exportaciones de soja, apenas US$ 218,22 millones provienen de la venta al extranjero de productos industrializados. Según la Cappro, este valor implica que la industria aceitera representa solamente un 21% de todo lo generado por el complejo, aunque este porcentaje tuvo un crecimiento de 3 puntos porcentuales con relación al mismo periodo del año pasado.
Explicó que la clave para entender esta variación positiva está en una mejora en los precios internacionales que generan los productos industrializados, a la par de un deterioro en los precios de los granos. “Si las agroindustrias tuvieran mejores condiciones de competitividad, el ingreso de divisas habría sido mejor”, enfatizó.
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El desafío de recuperar la competitividad
El gremio destaca que el procesamiento de oleaginosas atraviesa una realidad bastante negativa, que ha llevado a un estancamiento al “agregado de valor” de los granos. Explicó que esta situación se pone de manifiesto al analizar la evolución de la molienda que, desde un pico alcanzado en 2018, ha experimentado una tendencia a la baja muy significativa, especialmente en los últimos 4 años, cuando no se alcanzó a procesar ni siquiera 3 millones de toneladas de soja, a pesar de tener más de 4,23 millones de toneladas de capacidad anual.
“Si bien el país mantiene una posición destacada como productor y exportador de soja (sexto y tercero a nivel mundial, respectivamente), la capacidad para competir en la industrialización de oleaginosas se ha visto afectada por una gran inestabilidad normativa, que repercutió en condiciones internas muy desfavorables para que el sector se pueda consolidar, llevando a que el Paraguay no se encuentre siquiera entre los primeros diez países en molienda de soja”, recuerda.
Indicó que, en medio de la volatilidad de los mercados internacionales y de las barreras arancelarias u otras limitaciones que existen en el país, la agroindustria nacional debe sobrellevar un marco normativo que no solo no acompaña su desarrollo, sino que lo limita.
“Con la no devolución del IVA al exportar productos industrializados, se ubica al sector en desventaja competitiva frente a otros países que ofrecen incentivos directos y condiciones más favorables a sus industrias. Los granos que Paraguay exporta son transformados por las fábricas de otros países en harinas, aceites, biocombustibles y otros productos, generando más empleo, más divisas y un tejido industrial más sólido para estos países”, agrega.
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Enfatiza en la necesidad de revisar la política industrial del país y establecer condiciones claras, predecibles y sostenibles para la inversión. “La industria paraguaya tiene el conocimiento, la infraestructura y el compromiso para dar ese salto, pero requiere del acompañamiento del Estado y de políticas coherentes que permitan consolidar un entorno competitivo y dinámico”, subraya.