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A diferencia de los activos financieros respaldados por monedas fiduciarias, cuya emisión tiende a expandirse con el tiempo, especialmente en contextos de políticas monetarias expansivas, el oro mantiene una oferta limitada. Esta característica le permite conservar su valor a lo largo del tiempo, incluso en escenarios de alta inflación o depreciación monetaria. Por esta razón, en contextos de incertidumbre económica o volatilidad financiera, el oro sigue posicionándose como un activo seguro dentro de las carteras de inversión, tal como se viene registrando en los últimos meses.
Desde noviembre de 2024 hasta abril de 2025 el precio del oro mostró una clara tendencia ascendente, con mayor aceleración a partir de marzo. El valor se incrementó desde niveles cercanos a los US$ 2.600 la onza hasta incluso tocar los US$ 3.500 al arrancar la jornada de ayer, aunque finalmente cerró por debajo de US$ 3.400.
El repunte se dio en paralelo con caídas significativas en los mercados bursátiles globales, lo que suele potenciar el atractivo del oro como activo anticíclico. La evolución actual del precio también sugiere que los inversores anticipan un largo periodo de inestabilidad, en el que los retornos seguros ganan protagonismo frente a los activos de riesgo.
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Factores de incidencia
En línea con lo anterior, la reciente suba del oro responde a varios factores convergentes. En primer lugar, la intensificación de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, marcada por el retorno de aranceles agresivos bajo la administración de Donald Trump, ha provocado una fuga hacia activos considerados seguros. Esta incertidumbre se combina con un panorama geopolítico inestable, lo que ha elevado la demanda por oro como reserva de valor.
Datos del Consejo Mundial del Oro (World Gold Council) daban cuenta que el primer trimestre de 2025 fue testigo de una demanda récord por parte de los bancos centrales, particularmente de economías emergentes, que buscan diversificar sus reservas internacionales frente a un dólar volátil. El WGC reportaba que las compras oficiales superaron las 290 toneladas en los tres primeros meses del año, el nivel más alto para un primer trimestre desde que se tienen registros.
Otro factor que ha sostenido el alza del oro es el panorama incierto en torno a la política monetaria de la Reserva Federal. Si bien la inflación en EE.UU. ha mostrado señales de moderación, el presidente de la Fed, Jerome Powell, ha señalado recientemente que los nuevos aranceles podrían entorpecer la baja de precios, generando presiones inflacionarias de segunda ronda. Este escenario dificulta la posibilidad de recortes rápidos en las tasas de interés, lo que impulsa a los inversores a buscar cobertura en activos físicos como el oro. A lo que se ha sumado Donald Trump, quien intensificó su presión sobre el titular de la Reserva Federal, al afirmar que la evolución reciente de los precios de la energía y los alimentos reduce los riesgos inflacionarios. En contraste, advirtió que la demora de la autoridad monetaria en recortar las tasas de interés eleva las probabilidades de una desaceleración económica.
Asimismo, las expectativas de menor crecimiento económico global —respaldadas por la última previsión del Fondo Monetario Internacional, que recortó en abril su proyección de expansión mundial al 2,8% para 2025—, refuerzan el atractivo del oro ante un entorno de desaceleración e incertidumbre.
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Perspectivas y desafíos
Goldman Sachs elevó sus previsiones para el precio del oro y ahora estima que el metal cerrará 2025 en torno a los 3.700 dólares por onza, con una posible suba hasta 4.000 dólares hacia mediados de 2026. La revisión al alza responde, principalmente, al mayor dinamismo en las compras por parte de los bancos centrales, que en promedio adquirirían unas 80 toneladas mensuales este año, frente a las 70 toneladas que se proyectaban anteriormente. Solo en febrero, las compras alcanzaron las 106 toneladas, superando ampliamente las expectativas del mercado.
El banco de inversión también advirtió sobre la posibilidad de un escenario más adverso. En caso de que la economía estadounidense entre en recesión —evento al que asigna una probabilidad del 45% en los próximos doce meses—, el precio del oro podría escalar hasta los 4.500 dólares por onza hacia finales de 2025. No obstante, si el crecimiento sorprende al alza y disminuye la incertidumbre vinculada a las políticas arancelarias del expresidente Donald Trump, el avance del metal sería más contenido, con un precio proyectado de 3.550 dólares.
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El comportamiento reciente del oro refleja su rol tradicional como refugio frente a la volatilidad económica, comercial y política. Con una combinación de tensiones geopolíticas, posibles presiones inflacionarias, menor dinamismo global y compras estratégicas por parte de los bancos centrales, el metal precioso podría continuar en ascenso si se mantienen las actuales condiciones de incertidumbre.
* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones