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Entre los años 2021 y 2024, el panorama económico argentino estuvo marcado por constantes cambios y desafíos, derivados de factores internos y externos. En términos del Producto Interno Bruto (PIB), en 2021 la economía mostró una recuperación significativa tras la contracción sufrida en 2020 debido a la pandemia, registrando un crecimiento interanual del 10,4%. El repunte estuvo impulsado por la reactivación de sectores clave, como la industria, el comercio y los servicios. Sin embargo, en 2022 el crecimiento se moderó, alcanzando un nivel inferior dada la persistencia de desafíos estructurales, como el déficit fiscal, los problemas de acceso a financiamiento externo y el impacto de una inflación creciente. Para 2023, la actividad económica se contrajo 1,6%, influenciada, principalmente, por las políticas de ajuste. En el año 2024 se proyectó una contracción más pronunciada del 3,6%, como consecuencia del impacto inicial de las reformas económicas del entonces entrante Gobierno de Javier Milei, aunque con expectativas de una recuperación moderada de 3,4% para este 2025.
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Dinámica de otros indicadores
La inflación mantuvo una tendencia ascendente a lo largo del periodo, exacerbando los problemas de poder adquisitivo y estabilidad económica. En 2021 superó el 50%, reflejando los desequilibrios macroeconómicos persistentes. En 2022 continuó su escalada, alcanzando niveles superiores al 90%, lo que generó mayor presión sobre el costo de vida y los salarios. En 2023 la inflación se había profundizado, situándose en 211,4%. Para abril de 2024 alcanzó su punto máximo con un valor del 289,4%. Sin embargo, en los meses siguientes se observaron señales de estabilización económica, impulsadas por medidas de ajuste fiscal y monetario, junto con una desaceleración en el ritmo de devaluación del peso. A pesar de que los niveles inflacionarios continúan siendo elevados, la reducción ha sido significativa, situándose en 166% en noviembre y un cierre del 117,8% para diciembre, lo que sugiere un cambio de tendencia en el mediano plazo.
En tanto que el tipo de cambio mostró una evolución volátil a lo largo del periodo, reflejando las tensiones del mercado cambiario y la incertidumbre económica. Entre 2021 y 2022, el peso argentino se depreció de manera constante frente al dólar estadounidense, con estrictos controles que limitaron la disponibilidad de divisas. En diciembre de 2023 el Gobierno había ejecutado una devaluación cercana al 50%, fijando el tipo de cambio oficial en $ 847 por dólar, en un intento de reducir la brecha con el mercado paralelo y corregir distorsiones en la cotización de la moneda. Para mediados de diciembre de 2024 el tipo de cambio oficial se había situado en aproximadamente $ 1.022 por dólar, lo que reflejó la continuidad de la depreciación, aunque en un contexto de mayor previsibilidad cambiaria.
El dólar blue, indicador clave del mercado informal, evidenció la presión sobre la demanda de divisas. Entre 2021 y 2022 presentó una brecha considerable respecto al tipo de cambio oficial, reflejando la elevada demanda de dólares fuera del circuito formal ante las restricciones cambiarias. En 2023 el dólar blue superó los $ 1.000, ampliando la brecha cambiaria y generando tensiones en el mercado financiero. Para mediados de diciembre de 2024 la cotización del dólar blue se ubicó en torno a los $ 1.160, mostrando cierta estabilización en comparación con los picos registrados en meses anteriores.
De acuerdo con fuentes de organismos internacionales, las proyecciones económicas para Argentina en 2025 muestran un panorama de crecimiento moderado pero significativo. El producto interno bruto del país podría expandirse en torno al 5%, mientras que la inflación, aunque sigue siendo un desafío estructural, se espera que se ubique por debajo del 40%.
A pesar de estas perspectivas optimistas en algunos indicadores, Argentina continúa enfrentando retos importantes, como la inflación persistente, que afecta tanto al poder adquisitivo de los hogares como a la competitividad de su economía. Además, la incertidumbre política, típica en años de transición gubernamental, podría limitar el dinamismo de ciertos sectores económicos. Sin embargo, sectores clave como la tecnología y la inversión extranjera directa emergen como posibles impulsores del cambio económico en el país. Conforme con los análisis de organismos internacionales, estos sectores cuentan con un potencial significativo para atraer capitales, fomentar la innovación y generar empleos de calidad, ofreciendo una ventana de oportunidad para una transformación económica sostenible. En este contexto, la capacidad del Gobierno para implementar políticas económicas coherentes será clave para consolidar estas proyecciones positivas.
* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones